Abraham hizo TODO lo que Dios le dijo. Él no pensó en ningún momento que esta dura situación podría venir de Satanás. Él sabía que Dios estaba detrás de esta prueba terriblemente difícil. Y a pesar de todo lo que pudo haber pensado y sentido, Abraham obedeció.
Sería muy tonto pensar que él estaba “feliz” con lo que Dios le pedía. ¡Por supuesto que no estaba feliz! E incluso se debió haber sentido terriblemente mal. Todo el camino hasta el monte debió haber sido una agonía, preguntándose una y otra vez “por qué”. Por qué Dios le había dado este hijo si ahora le pide que lo sacrifique como si fuera un animal. Por qué le había hecho promesas que ahora destruiría. Por qué… si él amaba profundamente a su hijo. Lo amaba más que a nada en el mundo.
Sincérate contigo mismo: ¿Cuáles (o cuál) son las cosas o personas (sobre la tierra) que más amas?
¿Cómo saber qué es lo que más amas?
Es fácil. ¿Qué es lo que más te dolería perder? ¿Qué es “eso” que si algún día lo llegaras a perder, te lo robaran, se muriera, o se fuera, te produciría un tremendo dolor y una gran angustia?
“Eso” que más te dolería perder es lo que más amas.
Imagínate que Dios te pide que entregues “eso” que más amas, que renuncies totalmente a “ese” amor. ¿Cómo te sentirías?
¿Qué pensarías de Dios? Sé sincero.
Dios le había pedido que renunciara a su único hijo, pera ahora que Abraham estaba a punto de sacrificarlo, Dios lo detiene y le prohíbe lastimarlo.
¿Por qué piensas que Dios hace esto? (Gn.22:11 al 13).
Dios le permitió quedarse con lo que amaba (con su hijo) sólo después de haber probado su corazón y su amor. Isaac había llegado a ser tan importante para Abraham que el amor por él ocupaba el mismo lugar que el amor por Dios. Es como que teniéndolo a Isaac se sentía seguro, con ganas de vivir, completo, y ya no necesitaba nada más, o necesitaba menos de Dios que antes. El corazón de Abraham ya no le pertenecía totalmente a Dios, ahora también le pertenecía a Isaac. Por esto Dios lo puso a prueba.
Dios no comparte tu corazón con nada ni con nadie. Él tiene todo el derecho de ser el único en tu vida.
Hay muchas cosas importantes a tú alrededor y seguramente amas alguna de ellas más que a otras: tus padres, tu familia, algún amigo predilecto, tu novia/o, dinero, algún ministerio de la iglesia, estudio, trabajo, ropa, instrumento musical… Pero nada de eso puede tener el primer lugar en tu corazón. “Eso” que más amas, en algún momento Dios te lo va a reclamar para que no lo ames más que a Él mismo. Dios busca que tu seguridad, tu sentirte valioso, tu confianza, no dependa de las cosas o de las personas, sino de tu relación personal con Él.
Tu corazón y tu amor, ¿son completamente de Dios?
Extracto del libro: “Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Génesis”
Por Edgardo Tosoni
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