miércoles, 1 de agosto de 2012

Acuda Primero a Dios



No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí (Juan 14:1).
Es la expresión de Jesús lo que nos asombra. Nunca hemos vis­to su rostro en esta forma.
Jesús sonriente, sí.
Jesús llorando, claro.
Jesús severo, aun eso.
Pero, ¿Jesús angustiado? ¿Con las mejillas surcadas de lágri­mas? ¿Con el rostro bañado en sudor? ¿Con gotas de sangre corriendo por su barbilla? Usted recuerda esa noche.
Jesús «se arrodilló y empezó a orar: “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya… y su sudor era como gotas de san­gre que caían a tierra” (Lc.22:41-44).
Jesús estaba más que ansioso; tenía miedo. Es notable que Jesús sintiera tal temor. Pero qué bondad la suya al contárnos­lo. Nosotros tendemos a hacer lo contrario. Disfrazamos nues­tros miedos. Los ocultamos. Ponemos las manos sudorosas en los bolsillos, la náusea y la boca seca las mantenemos en secre­to. Jesús no lo hizo así. No vemos una máscara de fortaleza. Escuchamos una petición de fortaleza.
«Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo». El primero en oír este temor es su Padre. Pudiera haber acudi­do a su madre. Podría haber confiado en sus discípulos. Podría haber convocado una reunión de oración. Todo podría ser apropiado, pero ninguna otra cosa era su prioridad.
¿Cómo soportó Jesús el terror de la crucifixión? Primero fue al Padre con sus temores. Fue ejemplo de las palabras del salmo 56:3: «Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza».
Haga lo mismo con sus temores. No eluda los huertos de Getsemaní de la vida. Entre en ellos. Pero no entre solo. Mien­tras esté allí, sea honesto. Se permite golpear el suelo. Se per­miten las lágrimas. Y si su sudor se convierte en sangre, no será usted el primero. Haga lo que Jesús hizo: abra su corazón.
Extracto del libro “3:16 Los Números de la Esperanza”
Por Max Lucad

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