Queridos hermanos en la fe y devoción a la Virgen María:
Sirvan esta breve carta para saludarles con afecto y animarles a
participar con fe
y devoción en la I Peregrinación Lustral de Ntra. Sra. de El
Socorro que vamos a celebrar en Güímar, del 14 al 20 de octubre el presente año
2013, bajo el lema: “Con María de El Socorro, peregrinos en la fe.”
Se da la feliz coincidencia de que la Peregrinación con la
venerada imagen de
Ntra. Sra. de El Socorro, tiene lugar en el AÑO DE LA FE, proclamado
así para toda la
Iglesia por el Papa Benedicto XVI, que se inició el pasado 11 de
octubre y concluirá el
24 de noviembre de 2013. Un año en el que debemos descubrir el
valor y significado de
la fe, que es un regalo que recibimos en el bautismo y que
debemos acoger, cultivar y
testimoniar de un modo cada vez más intenso. Un Año de la Fe para
profundizar en el
significado de nuestra fe cristiana, es decir, en lo que creemos,
celebramos y rezamos,
así como en las implicaciones que tiene la fe en la vida diaria.
Esta peregrinación debe
ayudarnos a ello.
Vamos a realizar “una peregrinación” con la imagen de la Virgen
María de El Socorro.
Peregrinar es avanzar a través de un camino ,hacia una meta.
Nuestra vida en este mundo
es sólo un paso hacia la eternidad. La vida escomo un puente que
tenemos que atravesar. En este mundo vivimos como quien va de paso. El Catecismo
de la Iglesia Católica nos recuerda que “caminamos como peregrinos hacia la
Jerusalén Celestial” (Catecismo, 1198) y señala que las peregrinaciones evocan
nuestro caminar por la tierra hacia el cielo” (Catecismo, 2691). Es decir,
nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos es una peregrinación de fe.
Como dice San Pablo: “Caminamos hacia Dios, sin verlo, guiados por la fe”
(2Cor.5,6). Y en la liturgia de la Misa pedimos: “Y, cuando termine nuestra
peregrinación por este mundo, recíbenos también a nosotros en tu Reino, donde
esperamos gozar de la plenitud eterna de tu gloria” (Plegaria Eucarística V).
Así, como nos decía el Papa Juan Pablo II, “la Iglesia,
confortada por la presencia
de Cristo, peregrina en el tiempo hacia la consumación de los
siglos y va al encuentro
del Señor que llega. Pero en este camino -deseo destacarlo
enseguida- procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen
María, que avanzó en la peregrinación de la fe” (Redemptoris Mater, 2).
María nos enseña a ser peregrinos. María nos enseña a recorrer
esta “peregrinación en la fe”, este camino hacia Dios. Ella es la creyente por
excelencia, la que supo fiarse de Dios. Como modelo de fe, María nos enseña a
vivir como auténticos creyentes, a fiarnos de Dios y a caminar por la vida
guiados por la fe.
Contemplando a nuestra Madre María, que creyó y obedeció,
aprendemos a creer y a obedecer, diciendo con ella en toda ocasión y
circunstancia: «Hágase en mí según tu Palabra».
Dios, fuente de todo bien, en su bondad y sabiduría, concedió a
la Virgen María los dones sobrenaturales de la fe, la esperanza y la caridad
que llenaron su corazón, le permitieron aceptar la voluntad de Dios y la fortalecieron
durante toda su vida. Ella es, pues, para nosotros, modelo en la fe, en la
esperanza y en el amor.
También a nosotros, por el Bautismo, Dios nos ha infundido las
virtudes de la fe, esperanza y caridad, mediante las cuales podemos vivir como
hijos de Dios y desarrollar nuestra vida cristiana. Para ello tenemos en la
Virgen María el modelo perfecto de una persona de fe y una Madre que desde el
cielo sostiene y protege la fe de sus hijos.
La visita de la imagen de Ntra. Sra. de El Socorro a Chimisay,
Chinguaro y Santo Domingo nos permite revivir, desde la fe, la Visita de María
a su prima Isabel. Una visita que duró tres meses y llenó de alegría y bendiciones
divinas a aquella familia de las montañas de Judea. Fue una visita “para ayudar
y servir”. Como hizo entonces, María nos visita y acompaña ahora a nosotros
para ayudarnos en nuestras necesidades y
mostrarnos a Jesús, “el fruto bendito de su vientre” y el
Salvador de todos. Y como hizo Isabel en aquella ocasión, también nosotros la
recibimos con entusiasmo y le decimos: “Bendita tú entre todas las mujeres”, “dichosa
tú porque has creído en Dios y grandes cosas ha obrado el Señor por medio tuyo”...,
uniéndonos así a la cadena ininterrumpida de creyentes que generación tras
generación han perseverado en su devoción a la
Madre de Dios.
Y como nuestra devoción a la Virgen María no puede quedarse sólo
en palabras y gestos de culto religioso, debemos honrarla también imitando sus
virtudes, es decir, viviendo desde la humildad en la fe y el amor a Dios y en
el servicio a los demás, especialmente a los más necesitados. Como nos dice
Jesús en el Evangelio, si queremos alcanzar la meta, nuestra peregrinación
hacia Dios pasa por el amor a los pobres y marginados, a los enfermos y presos.
El éxito final de nuestra vida pasa por el amor y el servicio a los más débiles
de este mundo, nunca por el rechazo o la indiferencia ante el prójimo desamparado
o ante quien se siente explotado y deprimido.
Peregrinemos, por tanto, con fe, amor y devoción, acompañando la imagen
de Ntra. Sra. de El Socorro y que al hacerlo nos sintamos acompañados por la
Virgen María que viene con nosotros al caminar para socorrer a los débiles,
curar a los enfermos, invitar a todos a la conversión a Dios y al amor al prójimo,
y a darnos la esperanza de que, si perseveramos en la fe, al final de nuestra
vida, podremos reunirnos con Ella en el cielo. Que esta peregrinación sea
ocasión para tener una relación personal con la persona viva de María, perseverando
juntos en la oración, hablándole y escuchándola, dándole gracias y
suplicándole.
Hemos sido dados por Cristo, como hijos, a la Virgen María. Ella nos
ha aceptado y ha asumido la responsabilidad de ser nuestra Madre. Desde el
cielo nos acompaña con amor materno en “nuestro peregrinar por este mundo” y
cuida nuestros pasos para que, como ella, lleguemos a gozar de la vida eterna.
Por eso podemos acudir a Ella con filial confianza en la certeza de que está
siempre dispuesta a acogernos con afecto
de maternal y a socorrernos en nuestras necesidades de alma y
cuerpo.
ORACIÓN.
Virgen María de El Socorro: Tú conoces las penas y las súplicas,
los gozos y esperanzas de cuantos peregrinamos por esta vida en medio de
alegrías y tristezas, ilusiones y frustraciones. Guíanos hacia Cristo y hacia
el Padre, también en la noche tenebrosa del mal y en los momentos de duda,
crisis, silencio y sufrimiento. Sigue intercediendo maternalmente por nosotros,
como antaño hiciste con nuestros antepasados, y alcánzanos de tu Hijo fortaleza
para nuestra fe y ayuda en nuestras
necesidades espirituales y materiales.
¡Virgen María, que todos tus hijos busquemos siempre la gloria de
Dios! ¡Que sepamos hacer su voluntad, como tú la aceptaste de corazón! ¡Madre
en la fe, en la esperanza y en el amor, intercede por nosotros! ¡Amén!
Dios les bendiga y les colme con toda clase de bienes.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo
Nivariense
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