viernes, 11 de mayo de 2012

Palabras del párroco


Queridos feligreses:

“JESÚS ES LA SALUD”…

Es el gran problema de la Historia. De la grande y de la pequeña historia de cada uno de nosotros.
Recientemente, la televisión pasó un reportaje sobre los parapléjicos. Fue un reportaje estremecedor, en el que desfilaron hombres y mujeres de todas las edades, niños también, paralizados por completo. No voy a hablar de la enfermedad, sino de un “detalle” que la hacía soportable o insoportable, dentro de su dureza. Aquéllos que tenían cerca una mano amorosa que los cuidaba, comprendía y animaba, soportaban la enfermedad; los que no la encontraron estaban en un psiquiátrico. Los auténticos protagonistas del reportaje no eran los enfermos, sino la esposa exquisita y la madre exquisita que los cuidaban sin desfallecer, porque los amaban, al esposo y a la hija paralizados. Sólo el amor era capaz de poner una nota de esperanza y alegría en aquellas vidas atenazadas por la inmovilidad. Sólo el amor conseguía que sonrieran. La falta de amor los trastornaba.
Nada hay en la vida capaz de producir realidades tan espléndidas como el amor.
Y porque el amor es maravilloso y potencia hasta el límite las cualidades del hombre y la mujer, Jesús lo puso como fundamento de su vida y lo dejó en herencia preciosa a quienes quisieran seguirlo.
Los textos de hoy son explícitos al respecto.
He citado un ejemplo de amor práctico. Y podría citar otros. En todos ellos hay una nota común: la entrega a quien se ama. Es el auténtico distintivo del amor. Con ese termómetro, ¿qué grado de amor tenemos los cristianos? Pues ni más ni menos que el que marque nuestra entrega a los que llamamos hermanos. Un examen sincero arrojaría un resultado poco halagüeño al respecto, porque, normalmente, nuestra vida cristiana la vivimos, respecto a la entrega a los demás, con una tacañería sorprendente, quizá porque vivimos nuestra relación con Dios con la misma tacañería.
El amor de Jesús al Padre le llevó siempre a buscar su voluntad, en actitud de entrega absoluta. La misma que tuvo para con los hombres, porque estaba derivaba de la primera. Un cristiano no debiera de concebir su relación con Dios como una especie de enclaustramiento, sino como un movimiento que le lleva hacia el prójimo y precisamente hacia el prójimo necesitado.
En todas las épocas de la historia se ha dado el testimonio de entrega de los cristianos. Diariamente tenemos ocasión de medir nuestra entrega a los demás. La nota que alcancemos dependerá de nuestra actitud habitual. Si cuando una mano se tiende hacia nosotros, tenemos que reflexionar para alargar la nuestra... ¡malo! Si la damos espontáneamente, estamos en camino del sobresaliente en el amor; si la tendemos a pesar de que sepamos que pueden caer en ella las“babas” de aquél a quien pretendemos amar, estamos a punto de conseguir la matrícula de honor.

Oración
Señor, hoy me he dado cuenta
de que cuando los demás están tristes
Tú me envías para que les dé alegría.
Cuando mis hermanos tienen problemas,
Tú me has puesto para que les sirva de ayuda.
Cuando quienes me rodean sienten desánimo,
Tú me empujas a infundirles esperanza.
Cuando otros se sienten alejados de Ti,
Tú me incitas a que te sientan cercano.
Gracias, Señor, por dejarme ser tus pies,
tus brazos, tu boca y tu corazón.
Por JNS…

Vuestro Párroco
Pedro José Pérez Rodríguez




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