Por: Jacinto Bátiz | Fuente: Condignidad.org
Tal vez éstas son las preguntas que debemos contestarnos si de verdad deseamos ayudar a quien sufre. El que sufre es el único que sabe qué es sufrir y qué le alivia su sufrimiento.
Los profesionales que nos dedicamos a los cuidados paliativos tenemos como misión acompañar en la experiencia del sufrimiento a otras personas. No obstante, creo que es necesario que quien trabaje en este campo, y sobre todo el profesional médico, tenga, además, una mentalidad paliativista, ya que la base de los cuidados paliativos es la visión integral del enfermo y en ocasiones lo contemplamos muy sectorizado. Les pondré un ejemplo del tratamiento integral en cuidados paliativos.
El dolor, para ser tratado correctamente, no se puede analizar únicamente desde la perspectiva biológica. Este síntoma tiene otras dimensiones: emocionales, sociales, espirituales. Por eso, cuando lo abordamos desde los cuidados paliativos lo hacemos desde un concepto de ´dolor total´. Hay situaciones que se palian y se disminuye la preocupación del enfermo y de su familia con un buen manejo de la información y una buena comunicación.
Cada día, y sobre todo en estas últimas semanas, muestro mi perplejidad ante las discusiones sobre la eutanasia. Pero, ¿no queremos todos que se muera bien? Entonces, ¿por qué nos entretenemos en discutir sobre los términos que queremos dar a ´morir bien´, en crear leyes, si lo que necesitan los enfermos es que les aliviemos su sufrimiento? Necesitan que nuestro acompañamiento sea personal e individualizado, que les escuchemos para conocer sus deseos, que les toquemos para que perciban nuestro acercamiento humano, que no les prolonguemos su sufrimiento mientras nos empeñamos en emplear técnicas diagnósticas o terapéuticas poco útiles ya para remediar su enfermedad y que con frecuencia aumentan su sufrimiento. Necesitan que cuando sea necesario, porque en los pocos días u horas que preceden a su muerte sean presa de sufrimientos intolerables y que no respondan a las intervenciones paliativas, incluidas las más enérgicas, con las que se intente aliviarlos, recurramos a la sedación. Los que trabajamos en cuidados paliativos sabemos que este tratamiento de sedación en la agonía es una buena práctica médica, es decir, un tratamiento adecuado, si está bien indicada, bien realizada y autorizada por el enfermo o, en su defecto, por la familia.
Algunos sectores de la sociedad plantean la duda del posible efecto de acortamiento de la vida de los enfermos que puedan tener los cuidados paliativos. Desde mi experiencia y la de otros muchos profesionales que nos dedicamos a cuidar a enfermos moribundos, los cuidados paliativos no acortan ni alargan la vida; su función es la de ayudar a humanizar el proceso de morir. Yo diría incluso que la ´ensanchan´, porque administran exquisitamente el escaso tiempo que les queda. Si acortáramos la vida intencionadamente o la alargáramos innecesariamente estaríamos ante una mala práctica. Los médicos sabemos que la medicina no debe acortar deliberadamente la vida de una persona, pero tampoco prolongarla inútilmente. Cuando se ha comprobado que no se puede curar la enfermedad, lo que debemos hacer es preservar la calidad de vida del paciente hasta el momento de la muerte. No debemos provocarla, pero sí limitar las medidas de soporte vital y de ese modo dejar paso a la muerte.
Cuando alguien sufre, lo que más desea en ocasiones es que los seres queridos estén junto a él, no sentirse solo, y que los profesionales no les abandonemos, que les escuchemos y que estemos disponibles cuando nos necesiten para poder aliviar sus síntomas molestos hasta el extremo que sea necesario.
Tal vez todo el equipo de profesionales que atendemos a estos enfermos necesitemos una formación más humanizada. La formación técnica ya la tenemos. El acercamiento humano de la familia precisa de nuestro apoyo técnico, pero también de nuestra comprensión en esos momentos tan difíciles para el enfermo y su familia.
Los cuidados paliativos son una buena y eficaz estrategia profesional. Universalizarlos sería un buen camino para dar respuesta a esta exigencia de un colectivo muy vulnerable. Me atrevería a sugerir algunas pautas más que podrían comenzar desde la formación en este campo de nuestros médicos en la Universidad y continuar con la investigación para que la asistencia sanitaria de cada día responda a lo que necesitan nuestros enfermos.
El progresivo incremento de las enfermedades crónicas constituye actualmente un paradigma que no se puede considerar como mera cuestión marginal en la enseñanza de las facultades de medicina. No es lo mismo aprender a tratar a un enfermo agudo que a uno crónico, del mismo modo que hay diferentes prioridades asistenciales entre el enfermo que se encuentra en cuidados intensivos y el que está en situación de enfermedad terminal. La demanda social de medicina paliativa es un buen ejemplo para entender la urgencia de reformas curriculares más adaptadas a las necesidades de nuestra sociedad.
La investigación sobre cuidados paliativos y el tratamiento del dolor está todavía en sus inicios y se debe seguir impulsando. La calidad de vida de quienes sufren enfermedades crónicas, degenerativas o en situación terminal, plantea ya un desafío que será creciente en el futuro. La investigación deberá ayudar a encontrar mejores formas de tratar la dependencia que la prolongación de la vida conlleva.
Todos los enfermos tienen derecho a una atención de calidad humana y científica. La profesión médica y sus instituciones deben colaborar con los representantes de la sociedad para impulsar con generosidad las reformas necesarias para alcanzar estos objetivos. Nuestra sociedad necesita profesionales que sean capaces de prevenir el enfermar, si esto no es posible, curar la enfermedad, y si no es posible ni lo uno ni lo otro, que sean capaces de paliar acompañando el sufrimiento total aliviándolo hasta que llegue la muerte a su debido tiempo.
Los profesionales que nos dedicamos a los cuidados paliativos tenemos como misión acompañar en la experiencia del sufrimiento a otras personas. No obstante, creo que es necesario que quien trabaje en este campo, y sobre todo el profesional médico, tenga, además, una mentalidad paliativista, ya que la base de los cuidados paliativos es la visión integral del enfermo y en ocasiones lo contemplamos muy sectorizado. Les pondré un ejemplo del tratamiento integral en cuidados paliativos.
El dolor, para ser tratado correctamente, no se puede analizar únicamente desde la perspectiva biológica. Este síntoma tiene otras dimensiones: emocionales, sociales, espirituales. Por eso, cuando lo abordamos desde los cuidados paliativos lo hacemos desde un concepto de ´dolor total´. Hay situaciones que se palian y se disminuye la preocupación del enfermo y de su familia con un buen manejo de la información y una buena comunicación.
Cada día, y sobre todo en estas últimas semanas, muestro mi perplejidad ante las discusiones sobre la eutanasia. Pero, ¿no queremos todos que se muera bien? Entonces, ¿por qué nos entretenemos en discutir sobre los términos que queremos dar a ´morir bien´, en crear leyes, si lo que necesitan los enfermos es que les aliviemos su sufrimiento? Necesitan que nuestro acompañamiento sea personal e individualizado, que les escuchemos para conocer sus deseos, que les toquemos para que perciban nuestro acercamiento humano, que no les prolonguemos su sufrimiento mientras nos empeñamos en emplear técnicas diagnósticas o terapéuticas poco útiles ya para remediar su enfermedad y que con frecuencia aumentan su sufrimiento. Necesitan que cuando sea necesario, porque en los pocos días u horas que preceden a su muerte sean presa de sufrimientos intolerables y que no respondan a las intervenciones paliativas, incluidas las más enérgicas, con las que se intente aliviarlos, recurramos a la sedación. Los que trabajamos en cuidados paliativos sabemos que este tratamiento de sedación en la agonía es una buena práctica médica, es decir, un tratamiento adecuado, si está bien indicada, bien realizada y autorizada por el enfermo o, en su defecto, por la familia.
Algunos sectores de la sociedad plantean la duda del posible efecto de acortamiento de la vida de los enfermos que puedan tener los cuidados paliativos. Desde mi experiencia y la de otros muchos profesionales que nos dedicamos a cuidar a enfermos moribundos, los cuidados paliativos no acortan ni alargan la vida; su función es la de ayudar a humanizar el proceso de morir. Yo diría incluso que la ´ensanchan´, porque administran exquisitamente el escaso tiempo que les queda. Si acortáramos la vida intencionadamente o la alargáramos innecesariamente estaríamos ante una mala práctica. Los médicos sabemos que la medicina no debe acortar deliberadamente la vida de una persona, pero tampoco prolongarla inútilmente. Cuando se ha comprobado que no se puede curar la enfermedad, lo que debemos hacer es preservar la calidad de vida del paciente hasta el momento de la muerte. No debemos provocarla, pero sí limitar las medidas de soporte vital y de ese modo dejar paso a la muerte.
Cuando alguien sufre, lo que más desea en ocasiones es que los seres queridos estén junto a él, no sentirse solo, y que los profesionales no les abandonemos, que les escuchemos y que estemos disponibles cuando nos necesiten para poder aliviar sus síntomas molestos hasta el extremo que sea necesario.
Tal vez todo el equipo de profesionales que atendemos a estos enfermos necesitemos una formación más humanizada. La formación técnica ya la tenemos. El acercamiento humano de la familia precisa de nuestro apoyo técnico, pero también de nuestra comprensión en esos momentos tan difíciles para el enfermo y su familia.
Los cuidados paliativos son una buena y eficaz estrategia profesional. Universalizarlos sería un buen camino para dar respuesta a esta exigencia de un colectivo muy vulnerable. Me atrevería a sugerir algunas pautas más que podrían comenzar desde la formación en este campo de nuestros médicos en la Universidad y continuar con la investigación para que la asistencia sanitaria de cada día responda a lo que necesitan nuestros enfermos.
El progresivo incremento de las enfermedades crónicas constituye actualmente un paradigma que no se puede considerar como mera cuestión marginal en la enseñanza de las facultades de medicina. No es lo mismo aprender a tratar a un enfermo agudo que a uno crónico, del mismo modo que hay diferentes prioridades asistenciales entre el enfermo que se encuentra en cuidados intensivos y el que está en situación de enfermedad terminal. La demanda social de medicina paliativa es un buen ejemplo para entender la urgencia de reformas curriculares más adaptadas a las necesidades de nuestra sociedad.
La investigación sobre cuidados paliativos y el tratamiento del dolor está todavía en sus inicios y se debe seguir impulsando. La calidad de vida de quienes sufren enfermedades crónicas, degenerativas o en situación terminal, plantea ya un desafío que será creciente en el futuro. La investigación deberá ayudar a encontrar mejores formas de tratar la dependencia que la prolongación de la vida conlleva.
Todos los enfermos tienen derecho a una atención de calidad humana y científica. La profesión médica y sus instituciones deben colaborar con los representantes de la sociedad para impulsar con generosidad las reformas necesarias para alcanzar estos objetivos. Nuestra sociedad necesita profesionales que sean capaces de prevenir el enfermar, si esto no es posible, curar la enfermedad, y si no es posible ni lo uno ni lo otro, que sean capaces de paliar acompañando el sufrimiento total aliviándolo hasta que llegue la muerte a su debido tiempo.
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