Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |
Éxodo 32, 15-24. 30-34: “Este pueblo ha cometido un gravísimo pecado al hacerse un dios de oro”
Salmo 105: “Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo”
San Mateo 13, 31-35: “El grano de mostaza se convierte en un arbusto y los pájaros hacen su nido en las ramas”
Salmo 105: “Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo”
San Mateo 13, 31-35: “El grano de mostaza se convierte en un arbusto y los pájaros hacen su nido en las ramas”
Siempre sorprende Jesús en sus signos y en sus palabras. Hoy nos ofrece dos pequeñas parábolas, llenas de sentido y esperanza, donde nos muestra su predilección por los pequeños y por los pobres. Con un fuerte contraste explica a sus discípulos, y también a nosotros, la fuerza y el dinamismo que tiene su Reino.
Los ejemplos del grano de mostaza y de la levadura que fermenta la masa nos llevan en dos direcciones: la primera nos muestra la predilección de Jesús por lo pequeño. De ellos es el Reino de los cielos: a los que no aparecen esta dirigida la buena Nueva; quienes necesitan del médico no son los sanos, sino los enfermos; la oveja perdida es el objetivo del buen pastor; los sencillos son los que comprenden el Reino y no los sabios y entendidos. La segunda nos muestra que es importantísima cada una de nuestras acciones. No importa la grandeza sino que pongamos todo el corazón. Los grandes milagros requieren la aportación y la fe de quien los recibe o es la ocasión para que sucedan. Ningún acto nuestro queda sin resonancia, tendremos que mirar entonces qué es lo que estamos haciendo y analizar si nuestras acciones son positivas o negativas. ¿Cómo podremos aplicar a nuestras vidas estas parábolas de Jesús? Con mucha confianza y con mucho trabajo, sabiendo que Dios da el crecimiento.
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