Muy acertado el lema de este año para la 58º Campaña de MANOS UNIDAS contra el Hambre: “El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”.
Acertado, primero, porque sale al paso de la falsa idea, ampliamente difundida, de que el hambre y la miseria extrema que padecen mil millones de personas en el mundo, está causada por la superpoblación de nuestro planeta y, desde esta falsa premisa, se promueven campañas para reducir la natalidad. Si fuéramos menos, se dice, habría comida para todos.

Esta afirmación es abiertamente desmentida por el hecho de que, anualmente, se tiran a la basura entre el 30 y 35 por ciento de los alimentos que se producen destinados al consumo humano (Informe de la FAO). Así como suena: cantidades enormes de los recursos destinados a la producción de alimentos se utilizan en vano. Producimos alimentos y tiramos más de la tercera parte; sin embargo, millones y millones de personas mueren de hambre: “aquellos que carecen del alimento diario y han dejado de pensar en la vida, en las relaciones familiares y sociales, y luchan sólo por la supervivencia” (Papa Francisco).
Acertado, también, porque el lema es una llamada a la conciencia de cada uno para que verifiquemos si, y en qué medida, estamos involucrados en la erradicación del hambre en el mundo o, si por el contrario, somos indiferentes ante la miseria y el sufrimiento de nuestros semejantes. Tal vez, yo mismo y tú, debemos pararnos a pensar si con nuestra manera de vivir no estaremos contribuyendo al hambre y la pobreza en el mundo. Ni la mezquindad, ni la indiferencia son respuesta cristiana ante el prójimo necesitado. No podemos olvidar el mandato de Jesús: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Ciertamente, en este momento, lo que hace falta no es más comida sino más personas comprometidas. Personas, conscientes y responsables, capaces de gestionar mejor los recursos que tienen a su disposición, sin consumir más de lo necesario, sin derrochar y tirar lo que es de todos. Es necesario recordar un principio fundamental: “todos los bienes de la tierra son de todos los hombres y mujeres que la habitan” y, por tanto, nadie –personal o colectivamente- puede disponer de ellos como si fueran exclusivamente suyos. No se puede acaparar sólo para sí lo que es de todos y mucho menos tirarlo a la basura. Actuar así es hartarse y derrochar, dejando a otros sin comer.
Semejante situación fue abiertamente denunciada por Jesucristo, como contraria a la justicia. Lo hizo, con la parábola en la que cuenta el comportamiento de un “un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico”. ¿No es esta parábola el paradigma de lo que pasa hoy en el mundo? ¿Lo que  San Juan Pablo II llamó “la paradoja de la abundancia”? “En efecto – dice el Papa Francisco- hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”.
Pero, no pensemos solo en esos ricos multimillonarios que, con su forma de vivir, son un insulto a los millones de pobres “lázaros”  que pueblan el planeta. “Es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana” (Papa Francisco). Fijémonos también en nosotros, gente corriente, que a otro nivel podemos estar adoptando la misma actitud. No esperemos a que sean otros los que se conviertan de su escandalosa vida. Miremos hacia nosotros mismos y pongamos manos a la obra. El trabajo de MANOS UNIDAS a lo largo de casi sesenta años,  fruto de la unión de pequeños y grandes esfuerzos, es la prueba de que es posible mejorar –de modo sostenible y prologando en el tiempo- las condiciones de vida de quienes carecen de lo más indispensable para vivir. La lucha continúa, hay que seguir “plantando cara al hambre”. Es mucho lo que queda por hacer. Hace falta gente comprometida. ¿Te comprometes?
Preguntémonos cada uno: En concreto, con mis posibilidades, con lo que soy y lo que tengo, ¿qué puedo y que debo hacer yo en favor de los que pasan hambre en el mundo? En nuestra mano está, en primer lugar, vivir de otra manera, no gastar más de lo necesario y sobre todo no tirar alimentos. “Los hogares españoles tiraron a la basura 1.326 millones de kilos de alimentos en 2015. Lo que significa que se desechan unos 3,7 millones de kilos diarios. Solo el 18,9% de los hogares consume todos los alimentos comprados. Entre un 30% y un 50% de los alimentos comestibles acaban desechados. La mayoría de lo que se desechan, el 80%, se tiran a la basura en los hogares tal cual se han comprado” (noticia de 8–9-2016).
Como se ve, para evitar este derroche, basta con poner un poco de voluntad y cabeza a la hora de comprar y consumir. Y, claro, para que el compromiso sea completo, lo ahorrado y todo lo que generosamente podamos añadir  hay que destinarlo a los más pobres. “El mundo necesita más gente comprometida”, dice el lema de la Campaña. Tú y yo, uniéndonos activamente en la lucha Contra el Hambre en el Mundo, tenemos la posibilidad de ser esa gente comprometida. No lo olvidemos, “muchos pocos hacen mucho” y “la unión hace la fuerza”.
Un cauce apropiado y seguro, para unir nuestros esfuerzos personales y alcanzar resultados eficaces en favor de los pobres, es precisamente MANOS UNIDAS, la ONG de desarrollo de la Iglesia católica y de voluntarios, que trabaja para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española. Los ingresos, para sus proyectos en los países pobres, provienen en un 87,1 %, de fuentes privadas y en un 12,9 % del sector público. Información completa en:  http://www.manosunidas.org/
Esas “fuentes privadas” son los millones de españoles, como tú y como yo, que hacemos nuestros donativos directamente a la organización o mediante la colecta que cada año, el segundo fin de semana de  febrero (este año, el 11-12), se hace en todas las iglesias. MANOS UNIDAS cuenta con nuestra generosa aportación económica para continuar su labor. Millones de hermanos nuestros la necesitan. El hambre en el mundo es una cuestión de vida o muerte y, paradójicamente, “el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”.

† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense