martes, 14 de junio de 2016

Palabras del Párroco

Queridos feligreses:
A lo largo de veinte siglos, las comunidades cristianas han tenido que hacer frente a innumerables dificultades y han tenido que responder a muchos retos. Esto fue así desde los inicios.
Entre nosotros las dificultades y los retos existen, pero son de otra naturaleza. Nadie nos rechaza y persigue, pero nuestras comunidades envejecen. La propuesta cristiana que ofrecemos parece no tener la chispa necesaria para prender el fuego de la fe en el corazón de nuestros contemporáneos. Nadie nos rechaza y persigue, pero una actitud generalizada ante la fe es la de la indiferencia.
Nuestras comunidades tienen serias dificultades. Nuestros hijos con frecuencia abandonan la práctica religiosa (yo no voy más a misa, es un rollo) o la fe (ahora soy agnóstico). La Creencia no es valorada sino tildada de algo anticuado. Y abundan las tensiones intraeclesiales entre las diversas sensibilidades o formas de vivir la fe.
De ahí la necesidad de reagruparnos, rehacernos a Jesús, nuestro buen pastor que nos inspira con su luz, su ánimo, su consuelo. A la vez, es decisivo y el Papa Francisco nos urge a ello, el abrirnos, salir a la calle, hacernos presentes, contar lo de Dios a otros muchos; transparentar su amor incondicional hacia ellos. Queremos hacernos presentes como comunidades de consuelo y solidaridad.
Para ello te propongo:
Ninguna comunidad cristiana puede ir adelante sin el apoyo de la oración perseverante, la oración que es el encuentro con Dios, con Dios que nunca falla, con Dios fiel a su palabra, con Dios que no abandona a sus hijos.
Una Iglesia o un cristiano sin testimonio es estéril, un muerto que cree estar vivo, un árbol seco que no da fruto, un pozo seco que no tiene agua. La Iglesia ha vencido al mal gracias al testimonio valiente, concreto y humilde de sus hijos. Ha vencido al mal gracias a la proclamación convencida de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo», y a la promesa eterna de Jesús (cf. Mt 16,13-18).
La solemnidad de san Pedro y san Pablo nos permite contemplar la estrecha amistad que se establece entre Jesucristo y estos dos hombres elegidos para misiones muy importantes.
El misterioso itinerario de fe y de amor, que condujo a Pedro y a Pablo de su tierra natal a Jerusalén, luego a otras partes del mundo, y por último a Roma, constituye en cierto sentido un modelo del recorrido que todo cristiano está llamado a realizar para testimoniar a Cristo en el mundo. Todo bautizado, es decir, tu y yo, es llamado, como Pedro y Pablo, para dar testimonio de Cristo por medio de su vida, de su palabra, de sus obras. Ser cristiano es, por esencia, ser testigo de la resurrección de Cristo, testimoniar que en Cristo el Padre nos ha reconciliado consigo y nos ha espera en la vida eterna.
Queridos hermanos, enseñen a rezar rezando, anuncien la fe creyendo, den testimonio con la vida.
 Vuestro Párroco-Pedro José Pérez Rodríguez


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