miércoles, 4 de mayo de 2016

Todo lo que pidan en mi nombre, yo lo haré





Del santo Evangelio según san Juan 14, 7-14
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto. Le dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. 

Oración introductoria
Dios Padre, te pido por intercesión de tu Hijo Jesucristo, que me des la sabiduría y la fortaleza para dejar que el Espíritu Santo actúe en mí, para que esta oración sea un diálogo personal con tu Hijo Jesucristo, que me quiere decir lo mucho que me amas.

Petición
Señor, aumenta mi fe para vivir siempre como hijo tuyo.

Meditación del Papa Francisco
Y cuando uno de los discípulos de Jesús le preguntó: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, el Maestro respondió: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. La invitación del Señor a encontrarse con Él se dirige a cada uno de ustedes, en cualquier lugar o situación en que se encuentre. Basta «tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él. Todos somos pecadores, necesitados de ser purificados por el Señor. Pero basta dar un pequeño paso hacia Jesús para descubrir que Él nos espera siempre con los brazos abiertos, sobre todo en el Sacramento de la Reconciliación, ocasión privilegiada para encontrar la misericordia divina que purifica y recrea nuestros corazones.
Sí, queridos jóvenes, el Señor quiere encontrarse con nosotros, quiere dejarnos "ver" su rostro. Me preguntarán: "Pero, ¿cómo?". También Santa Teresa de Ávila, desde pequeña decía a sus padres: “Quiero ver a Dios”. Después descubrió el camino de la oración, que describió como “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. Por eso, les pregunto: ¿rezan? ¿Saben que pueden hablar con Jesús, con el Padre, con el Espíritu Santo, como se habla con un amigo? Y no un amigo cualquiera, sino el mejor amigo, el amigo de más confianza. Prueben a hacerlo, con sencillez. Descubrirán lo que un campesino de Ars decía a su santo Cura: Cuando estoy rezando ante el Sagrario, “yo le miro y Él me mira”.(S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015).
La invitación del Señor a encontrarse con Él se dirige a cada uno de ustedes, en cualquier lugar o situación en que se encuentre. Basta «tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él » (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 3).Todos somos pecadores, necesitados de ser purificados por el Señor. Pero basta dar un pequeño paso hacia Jesús para descubrir que Él nos espera siempre con los brazos abiertos, sobre todo en el Sacramento de la Reconciliación, ocasión privilegiada para encontrar la misericordia divina que purifica y recrea nuestros corazones. (Homilía de S.S. Francisco, 17 de febrero de 2015).
Reflexión
"La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre" (Gaudium et Spes 1) El Santo Padre describe al cristiano como un hombre que camina hacia la casa del Padre. Esta meta es la que explica y rige todo su obrar.

¡Queremos ver al Padre! Con esas palabras el cristiano recorre la vida como un verdadero hijo de Dios, como hombre resucitado. De ahí nace un caminar alegre y lleno de esperanza. Bajo ese deseo los mártires pudieron soportar los más atroces tormentos. Y está claro el porqué, pues no es sólo un deseo humano noble y bueno, sino una ayuda continua del Espíritu Santo. Como dicen algunos cantos, él es la mano de Dios que cura al hijo enfermo cuando éste lo necesita, consuela al afligido, fortalece al débil y cuida al que ya avanza por la vía que conduce al cielo.

Cristo, con su muerte y resurrección, nos ha donado y asegurado esta esperanza y esta asistencia. No divaguemos más en nuestro caminar. Vayamos a la oración y pidamos al Padre que nos permita vivir con el deseo de llegar a Él al final de la vida, amparados por su misericordia y guiados por su Espíritu de Amor.

Propósito
Orar para pedir la gracia de demostrar mi gratitud a Dios por su infinito amor,

Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, porque no sólo me has hecho miembro de tu familia, sino que me permites tener una relación íntima con Jesucristo. La transformación de mi vida, en clave del amor, nunca la podré lograr sin tu gracia, sin la acción del Espíritu Santo en mi vida, por eso hoy te quiero ofrecer el propósito de orar, de orar mucho, para ser dócil a tu gracia.

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