La idea de que existe una oposición entre ciencia y religión sigue viva. Esto se explica en parte porque, si bien muchos científicos son personas religiosas, algunos sostienen ideas extremas que producen un gran impacto en la opinión pública. Esas ideas van acompañadas por un notable talento para la divulgación, lo cual convierte a esos científicos en una especie de oráculos de la ciencia, porque a los ojos de muchos representan lo que la ciencia, con toda su autoridad, dice sobre la religión hoy día. Veamos siete ejemplos, que muestran también la diversidad de posiciones que existen entre esos científicos cuando abordan los temas relacionados con la religión.
1. Stephen Jay Gould y NOMA
Stephen Jay Gould fue uno de los científicos más populares de la segunda mitad de siglo veinte. Nació en 1941, y murió de cáncer en 2002. Publicó 25 libros, bastantes de los cuales fueron best sellers. Es una personalidad que no deja indiferente. No es fácil imaginar a un judío agnóstico, científico célebre y profesor de la Universidad de Harvard, cantando en un coro El Mesías de Händel. Esa persona era Gould. Cuando llegaba aquello de "caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos", pedía al director del coro que parara y le dejara hablar, y en medio minuto explicaba a sus compañeros que aquello molestaba a los judíos; después de esta aclaración, seguía cantando como uno más.
Gould sostiene que ciencia y religión son dos magisterios que no se superponen (NOMA: non overlapping magisteria). Pero, al mismo tiempo, desarrolla un programa darwinista en el que queda poco lugar para el espíritu y para Dios. Presenta la evolución como prueba de que no existe una finalidad, como si el ser humano fuera puro resultado casual de los procesos materiales, y, de acuerdo con Freud, como si el ser humano hubiera perdido definitivamente su lugar central en el mundo. Es cierto que la pura biología no permite resolver estas cuestiones, pero Gould adopta una posición confusa porque parece involucrar también al plan divino en su esquema mental. En realidad, no existe oposición entre la existencia de azar desde nuestro punto de vista y la existencia de un plan divino: Dios es la causa primera de todo lo que existe, y nada cae fuera de su acción. A pesar de todo, Gould insiste en que ciencia y religión no se oponen.
2. Edward O. Wilson y la unidad del conocimiento
Edward O. Wilson nació en los Estados Unidos en 1929. Se doctoró en biología por la Universidad de Harvard en 1955, y desde entonces siempre ha enseñado en esa Universidad. Ha ganado dos veces el premio Pulitzer, con sus libros Sobre la naturaleza humana (1978) y Las hormigas (1990). Su libro Sociobiología (1975) fue un hito importante en el desarrollo de esa disciplina científica que estudia la relación entre los genes y la conducta. Ha publicado otros seis libros. Ha recibido diversos títulos honoríficos y es considerado como una autoridad en el estudio de los insectos sociales (especialmente las hormigas), la sociobiología y el medio ambiente (biodiversidad). En 1998 publicó su libro Consilience. La unidad del conocimiento, que provocó muchas discusiones.
Wilson propone una unidad del conocimiento que, en último término, se basa en la reducción de todo a la biología. Es una nueva versión del materialismo, que intenta explicar el espíritu humano, la religión, la ética, y todas las dimensiones espirituales de la vida humana, mediante las fuerzas que estudian las ciencias naturales. Ciertamente, la vida humana tiene una base biológica que siempre debe tenerse en cuenta. Pero una reflexión sobre el método científico y los resultados que produce permite advertir que no se puede reducir lo humano, ni siquiera la ciencia, a lo material: el progreso científico es una de las mejores pruebas de que poseemos capacidades que trascienden el mundo de la naturaleza material. (Este argumento se encuentra ampliamente desarrollado en el libro: Mariano Artigas, La mente del universo, Pamplona, Eunsa; The Mind of the Universe, Philadelphia, Templeton Foundation Press).
3. Stephen Hawking y el origen del universo
Stephen Hawking es seguramente el científico más famoso de nuestra época, debido, en buena parte, a las circunstancias de su enfermedad. Se han editado millones de ejemplares de su libro Breve historia del tiempo.
En sus publicaciones, Hawking ha mezclado el estudio científico del origen del universo con el problema filosófico y teológico de la acción divina en el mundo, como si la física, al estudiar el origen del universo en el tiempo, tuviera implicaciones sobre el problema metafísico y religioso de la auto-suficiencia del universo o de su dependencia en el ser.
En realidad, Hawking no niega la existencia de Dios, y admite que Dios puede actuar de modos que nos resultan inaccesibles científicamente. Pero a veces se expresa de modo confuso sobre estos temas. Como ya puso de relieve santo Tomás de Aquino hace siglos, el origen del universo en el tiempo es un problema diferente de su auto-suficiencia: el universo material no puede ser auto-suficiente, depende completamente en su ser de Dios y, en este sentido, es creado, pero esto poco tiene que ver con el origen en el tiempo, aunque la doctrina cristiana también afirma que el mundo ha tenido un origen en el tiempo.
4. Peter Atkins y los límites de la ciencia
Profesor de química física en la Universidad de Oxford, Atkins adopta una posición de abierta hostilidad frente a la religión, como si la ciencia fuera incompatible con la religión. Convierte las obvias diferencias que existen entre ciencia y religión en incompatibilidad. Sostiene que todos los problemas, incluso la existencia misma del universo, se pueden solucionar mediante la ciencia, y niega valor a los argumentos religiosos, considerando a la ciencia y a la religión como opuestas e irreconciliables. Ha dedicado un libro entero a argumentar que es posible encontrar una explicación física de la creación del universo desde la nada, sin invocar la existencia de un Dios creador, una idea que lleva a la ciencia más allá de lo que su método le permite estudiar. Atkins es un ejemplo del tipo de razonamientos que perpetúan en nuestra época la idea de que ciencia y religión son opuestas e incompatibles.
5. Richard Dawkins y el capellán del diablo
Dawkins se ha hecho muy popular tanto por su talento para la divulgación científica como por su implacable crítica a la religión, que aparece como hecha en nombre de la ciencia. Después de haber enseñado biología, ocupa en la Universidad de Oxford una cátedra de comprensión pública de la ciencia, creada expresamente para él.
Desde su primer libro El gen egoista, Dawkins intenta explicar la evolución y todos los aspectos importantes del mundo viviente en función de los genes. En esta línea, introdujo la idea de los memes, replicadores culturales que desempeñan en el mundo de la cultura un papel semejante al de los genes en la biología. Aplica esta idea a la religión que, según él, sería un meme especialmente eficaz que se transmite y se contagia, y dado que considera que la religión es un factor negativo en la vida humana, lo califica como virus de la mente. No tiene inconveniente, al contrario, en presentarse como un enemigo de la religión, desempeñando en cierto modo el papel expresado en el título de uno de sus libros, el capellán del diablo.
Es llamativo el modo superficial y siempre negativo con que Dawkins aborda los temas religiosos, y que se encuentra muy unido a un cientificismo de fondo según el cual la ciencia es la fuente de todo conocimiento válido.
6. Carl Sagan y el cosmos
Carl Sagan se hizo muy popular con su serie televisiva Cosmos, acompañada por el correspondiente libro. Se calcula que unos 500 millones de personas han visto esa serie. Al mismo tiempo, también fue famoso por su extraordinario interés en la búsqueda de inteligencias extraterrestres.
Sagan también fue conocido por su ateísmo, y es citado frecuentemente en apoyo de las posiciones del humanismo secularista.
Su tratamiento de la religión es bastante superficial. En los últimos años, antes de su muerte en 1996, movido por el deseo de unir fuerzas para afrontar los problemas globales del medio ambiente, suavizó su crítica a la religión, y tuvo actuaciones públicas junto con líderes religiosos.
7. Steven Weinberg y el problema del mal
Steven Weinberg recibió el premio Nobel de física en 1979 por su trabajo en la unificación de la fuerza electrodébil. Autor de varios libros de amplia difusión, se manifiesta abiertamente hostil a la religión, llegando a presentar la ciencia como la actitud opuesta a la religión.
Los argumentos de Weinberg en contra de la religión tienen, en buena parte, una componente ética: no comprende cómo Dios podría permitir desastres como el Holocausto, en el que perdieron la vida bastantes de sus parientes, o las enfermedades. Esto recuerda las dos objeciones que planteó Santo Tomás de Aquino al exponer, en laSuma Teológica, sus argumentos a favor de la existencia de Dios. La primera objeción es que las explicaciones naturales bastan y Dios resulta superfluo. Esto se encuentra en los autores que, hoy día, presentan a la ciencia como capaz de explicar todo lo que se puede conocer, sin darse cuenta de que Dios y la ciencia se encuentran en niveles diferentes: es necesario admitir a Dios como fundamento último de todo lo que existe, el mundo no puede ser auto-suficiente, y la acción divina es compatible con la actividad de las causas creadas que estudia la ciencia, ya que Dios mismo da a las criaturas la capacidad de actuar según sus leyes propias y colabora para que actúen. La segunda objeción se basa en la existencia del mal, y nada tiene que ver con la ciencia. Santo Tomás responde que Dios sólo puede permitir males en vista de bienes mayores. Podemos pensar, por ejemplo, que los males físicos pueden servir para obtener bienes espirituales mucho mayores, y que la existencia de la libertad humana lleva consigo la posibilidad de utilizarla mal, lo cual es la causa de muchísimos de los mayores males que existen en el mundo.
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