viernes, 10 de enero de 2014

Este fin de Semana celebrareos El Bautismo del Señor


Este sábado a las 6.30 de la tarde celebraremos la Eucaristía en honor al Niño Jesús donde tendremos la ofrenda de alimentos por el Club de Clásicos Amigos de la Ciudad de Güímar




Acreditado por el Padre como "su Hijo amado" y empujado por el Espíritu Santo, Jesús inaugura su misión.
Comienza su revolución, no terrena, sino trascendente.


1. Jesús se despidió de su madre, que ya venía dándose cuenta, ¡qué no intuyen las madres, y aquella Madre!, de que el corazón de su Hijo vivía ya lejos. Y desde Nazaret, en Galilea, se fue a Judea, para ser bautizado por Juan en el Jordán. Y poniéndose en la cola con los pecadores, entra en el río limpio de pecado personal y cargado con los pecados de todo el mundo, "hecho pecado por nosotros el que no conoció pecado" (2 Cor 5,21) que, como el Cordero, comienza a purificar y a lavar las iniquidades de la humanidad, ya esposa suya, aunque, necesitada de su unción. 

2. "Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre El he puesto mi espíritu" Isaías 42,1. "Apenas salió del agua; vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo amado, mi predilecto" Mateo 3,13. Mateo destaca, sin embargo, un elemento geográfico interesante: Cristo, para ser bautizado por Juan, vino desde Nazaret de Galilea, hasta el Jordán, en Judea. Nos narra la teofanía en el momento de «salir del agua», en lo que coinciden los tres sinópticos. Marcos, a diferencia de Mateo, que la dirige todos, dirige la voz del cielo directamente a Cristo: «Tú eres el Hijo mío...» Los tres ponen la forma que en él «me complací», en aoristo griego o en estático semita, que se puede traducir en tiempo presente: "en ti me estoy complaciendo siempre". Mateo como Marcos, elevan la categoría de siervo, con que lo califica Isaías, a la de Hijo amado y predilecto. Son dos textos de las lecturas de hoy, luminosamente paralelas y coincidentes: a) "Sobre El he puesto mi Espíritu" dice Isaías. b) "El Espíritu bajaba como una paloma y se posaba sobre El", nos relata San Mateo. Para Isaías Jesús es: "Mi elegido, a quien prefiero". Para Mateo: "El amado, mi predilecto". Se da pues un progreso de Revelación en el Evangelio: El Padre REVELA AL HIJO, Y EL AMOR CON QUE LE HA ELEGIDO. Es una revelación impresionante. Dios muestra su predilección por este hombre discreto e inadvertido. Jesús, viene a su vez, a revelar el amor del Padre.

3. El Siervo de Yahvé viene a realizar la misión trascendental de renovar la alianza de Dios con Israel, repatriar a los exiliados y establecer el espíritu de la verdad en todas las naciones paganas. Para expresarlo, Isaías se sirve de los términos propios de la creación: "Yo te he formado y te he hecho", dice el Señor del Siervo de Yahvé, según la lectura de Isaías.


En el Génesis, en efecto, cuando Dios se dispone a crear al hombre, dice: "Hagamos al hombre" (1,26). Estamos pues ante la creación del hombre nuevo, del primer hombre con el corazón de Dios. Si es creado un hombre nuevo, es que ahora está comenzando un Mundo Nuevo, una creación Nueva, un Orden Nuevo, una alianza nueva, que será sellada con la Sangre derramada en la Cruz. El Bautismo en el Jordán está anunciando un Bautismo de sangre. Y como en la Creación el Espíritu se cernía sobre las aguas (Gn 1,2), en la nueva creación que comienza hoy, se posa sobre Jesús, sumergido en las aguas del Jordán, el mismo Espíritu. 

Desde hoy, todo será nuevo: Los ciegos abrirán sus ojos a la luz de la revelación del Padre, que les irá descubriendo Jesús. El amado Hijo, nos revelará a sus hermanos, que somos hijos del Padre por adopción, "amados en El" y herederos por El. 

4. Jesús, como Rey, en contraste con los reyes de su tiempo, implantará el derecho y la justicia, según Dios y no según los hombres, trascendiendo todos los conceptos modernos legalistas. Santificará y justificará, no con las normas y principios jurídicos y sociológicos, sino a través de una actividad salvífica a todos los niveles. Su actuación no seguirá los esquemas de los poderes temporales, pues “Su reino no es de este mundo”. Tampoco actuará con métodos militares; ni lanzará gritos en medio de las plazas, tratando de afirmar su poder. 

Enseñará lo mismo como Sacerdote, que como rey implantará. Como Profeta será la voz del Padre ante todos los pueblos. Por eso Juan confiesa: "Yo os bautizo con agua. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego", que es juicio salvador y transformante. Fuego purificador, que quema el pecado y transforma a los hombres en Dios, pasando por la muerte del viejo Adán. 

5. Ahora ha definido el sentido de su reino: transformar a los hombres desde dentro, a partir de su interioridad. Viene a salvar a cada hombre, reavivando la mecha a punto de extinguirse, haciendo la revolución verdadera querida por Dios, por la acción dinámica del Espíritu que vive en él, con mansedumbre y humildad, reformando a las personas, una a una, llegando a lo más íntimo de su ser, haciéndolos hijos, cada vez más plenos, del Padre. Esa es la revolución que Jesús va a comenzar con el Espíritu, la revolución de la santidad, que comienza por sacar a los presos de la cárcel de sus pecados para crear hombres interiores, adoradores de Dios en espíritu y verdad (Jn 4,24). Creando una caña nueva donde hay una resquebrajada, no aplastando, sino sanando y curando. Dedicando una atención singular a las personas, una a una, en el brocal del pozo de Jacob, o entregado a la formación de sus primeros discípulos, o en la conversación nocturna con Nicodemo. 

Así actuará Dios por Jesús, por sus sacramentos, por la Iglesia como comunidad salvífica, intercesora y mediadora universal. Ese es el sentido del bautismo de la Iglesia, que nos hace hijos de Dios. 

Por eso pudo decir Pedro: "Cuando Juan predicaba el bautismo, Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien" Hechos 10,34. "Todo lo ha hecho bien" (Mt 7,37). 

6. "Soy yo el que necesito que Tú me bautices" confiesa Juan. -"Debemos cumplir lo que Dios quiere", responde Jesús. Su obsesión es hacer la voluntad del Padre. Como debe ser el programa de todo cristiano. Jesús entró en el Jordán, como el Siervo de Yahvé personalizando a todo el pueblo de Dios. Para entrar en la tierra prometida, el pueblo de Israel entró en el Jordán y lo atravesó y Jesús entra en el Jordán a la cabeza de su pueblo nuevo, para llevarlo a la tierra nueva, que mana leche y miel. Entró Jesús en el río. Y porque se sumergió en el río de nuestra vida, el Padre dijo que le amaba, porque cumplía su voluntad. Jesús entró en el río para hacer un río nuevo en un mundo nuevo con hombres nuevos, nacidos de las aguas nuevas del bautismo. 

7. "Apenas se bautizó Jesús, se abrió el cielo, descendió el Espíritu sobre Jesús, como una paloma y se posó sobre él. Y el Padre proclamó que es su Hijo Amado". El Bautismo de Jesús culminó con una teofanía, en un momento imponente y trascendente en el que se manifiestó la Familia Trinitaria presente y actuante. El Padre y el Espíritu Santo presentan las credenciales de Jesús ante Israel y ante el mundo. 


8. "Ha inaugurado su misión de Siervo Doliente. Se mezcla con los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y acepta el bautismo de muerte para la remisión de los pecados por amor. Así mana de El el Espíritu para toda la humanidad. Se abren los cielos, que el pecado de Adán había cerrado. Y el cristiano se incorpora sacramentalmente a Cristo por el bautismo, que anticipa su muerte y su resurrección. Nuestro deber es entrar en el misterio de humillación y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús para subir con El, renacer del agua y del Espíritu en hijos amados del Padre y vivir una vida nueva" (CIC). 

9. Vida nueva que el mismo Cristo alimenta y robustece con su Pan y Vino, sacramento para la vida del mundo. "La voz del Señor que se oye sobre las aguas torrenciales, es potente y magnífica y descorteza las selvas" Salmo 28, destruye las cortezas de las selvas de nuestros pecados, para que le recibamos con santidad y justicia. 


10. A cada hombre que recibe el bautismo le son dirigidas, con toda la ternura y toda la fuerza del amor estas mismas palabras; y el secreto de su felicidad consiste en conseguir que esa frase «Tú eres el amado en quien me complazco» resuene siempre hasta el último rincón de su ser en el corazón de cada hombre. Pronunciadas desde arriba en nuestro interior como un murmullo suave, o exteriormente de un modo más aparatoso y arrebatado: «Tú eres mi amado, en ti me complazco», son el mayor regalo y el don mejor: no hay nada que supere saber u experimentar que se es amado. Y nada menos que por el mismo Dios. 

11. No es fácil escuchar estas palabras en un mundo lleno de voces que gritan: «No eres atractivo. Eres repulsivo; no vales para nada; no eres nada, a menos que lo demuestres. Es la trampa de la auto infravaloración y el auto desprecio. Ahí se enraíza la búsqueda ambiciosa del éxito, de la popularidad, del poder y del mando. Todo son soluciones atractivas e indispensables para demostrar que alguien es importante. Y encima, nos lo creemos, mientras la cara sombría de nuestra persona nos repite: «No soy bueno. Merezco que me excluyan, que me olviden, que me rechacen y me abandonen». Aparentemente creemos que el hombre está más tentado por la arrogancia que por el autodesprecio, pero no es así; porque menosprecio de sí, no es otra cosa, que arrogancia; no hay complejo de inferiodad, sino de superioridad frustrada; de ahí nace la ambición de subirse al pedestal, tratando de impedir que nos vean como nos vemos nosotros por dentro. Y caminar con sentimientos de nulidad a cuestas y no sentirse aceptado, es una forma de arrogancia y de soberbia, que son los mayores enemigos de la vida espiritual, porque contradicen la voz sagrada que nos llama "el amado". Porque ser amado expresa la verdad más profunda de nuestra existencia. 

12. El que no se siente amado, siempre va buscando algo o a alguien que le convenza de su condición de amado. Y todo porque no sabemos escuchar la voz que nos habla desde lo más hondo de nuestro ser, y nos dice: «Tú eres mi amado, en ti me complazco», que escuchó Jesús en el Jordán, mientras otras voces más poderosas nos dicen: Demuestra que eres algo, que vales la pena; haz algo importante, espectacular, llamativo, poderoso. Sube más arriba, escala peldaños». Y silenciamos la voz suave y amorosa, que nos habla calladamente en la soledad de nuestro corazón. Esa voz suave nos ha llegado por muchos caminos: por nuestros padres, amigos y maestros, por las personas con las que nos hemos encontrado, que en diferentes tonos, estaban en la misma onda. Muchas personas nos han cuidado con ternura y amor. Se nos ha enseñado y educado con mucha paciencia y perseverancia. Se nos ha animado a seguir adelante en medio de las dificultades, y cuando hemos fallado, se nos ha insistido con amor a intentarlo otra vez. Sin embargo la verdad es que, aunque nos hayan premiado y alabado por nuestros éxitos, nada ha podido convencernos de que somos amados. ¿Qué significa ese esperar ansioso de que alguna persona, o cosa, venga a arrullarnos con ese sentimiento? Ese es el camino que nos conduce al agotamiento espiritual, y a sentirnos interiormente amargados y destrozados; el camino que conduce a la meta de la muerte espiritual. 

13. También es verdad que hemos tenido que soportar zancadillas; que nos han puesto palos en las ruedas de nuestro progreso; que no todos los maestros o directores, nos han tratado bien; que algunos nos han humillado durante largos años; que hemos sufrido postergaciones y hemos sido víctimas de las envidias y rencores; que nos han escupido como el sapo, con su baba venenosa, a la luciérnaga que brillaba por la noche con su pequeño farolillo que ponía una chispa de luz en la oscuridad; que aquellos que nos debían haber ayudado, han pretendido lanzarnos al precipicio; que los que nos debían gratitud, nos traicionaron o nos olvidaron. ¿Dónde quedaba entonces la palabra "tú eres mi amado? 

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