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Los Santos Inocentes |
La consulta bien intencionada de aquellos Magos que llegaron de
Oriente al rey fue el detonante del espectáculo dantesco que
organizó la crueldad aberrante de Herodes a raíz del nacimiento
de Jesús.
Habían perdido el brillo celeste que les guiaba, llegó
la desorientación, no sabían por donde andaban, temieron no llegar
a la meta del arduo viaje emprendido tiempo atrás y
decidieron quemar el último cartucho antes de dar la vuelta
a su patria entre el ridículo y el fracaso.
Al rey
le produjo extrañeza la visita y terror la ansiosa pregunta
sobre el lugar del nacimiento del Mesías; rápidamente ha hecho
sus cálculos y llegado a la conclusión de que está
en peligro su status porque lo que las profecías antiguas
presentaban en futuro parece que ya es presente realidad. Se
armó un buen revuelo en palacio, convocaron a reunión a
los más sabios con la esperanza de que se pronunciaran
y dieran dictamen sobre el escondrijo del niño "libertador". El
plan será utilizar a los visitantes extranjeros como señuelo para
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Los Santos Inocentes |
encontrarle. Menos mal que volvieron a su tierra por otro
camino, después que adoraron al Salvador. Impaciente contó Herodes los
días; se irritó consigo mismo por su estupidez; los emisarios
que repartió por el país no dan noticia de aquellos
personajes que parecen esfumados, y se confirma su ausencia. Vienen
los cálculos del tiempo, y contando con un margen de
seguridad, le salen dos años con el redondeo.
Los niños que
no sobrepasen dos años en toda la comarca morirán. Hay
que durar en el poder. El baño de sangre es
un simple asunto administrativo, aunque cuando pase un tiempo falten
hombres para la siembra, sean escasos los brazos para segar
y no haya novios para las muchachas casaderas; hoy sólo
será un dolor pasajero para las familias sin nombre, sin
fuerza, sin armas y sin voz. Unas víctimas ya habían
iniciado sus correteos, y balbuceaban las primeras palabras; otras colgaban
todavía del pecho de sus madres. Pero para Herodes era
el precio de su tranquilidad.
Son los Santos Inocentes. Están creciendo
para Dios en su madurez eterna. Ni siquiera tuvieron tiempo
de ser tentados para exhibir méritos, pero no tocan a
menos. Están agarrados a la mano que abre la gloria.
Aplicados los méritos de Cristo sin que fuera preciso crecer
para pedir el bautismo de sangre, como tantos laudablemente hoy
son bautizados en la fe de la Iglesia con agua
sin cubrir expediente personal. El Bautismo es gracia.
Entraron en el
ámbito de Cristo inconscientes, sin saberlo ni pretenderlo; como cada
vez que por odio a Dios, a la fe, hay
revueltas, matanzas y guerras; en esas circunstancias surgen mártires involuntarios,
que aún sin saberlo, mueren revestidos y purificados por la
sangre de Cristo, haciéndose compañeros suyos en el martirio; y
no se les negará el premio sólo porque ellos mismo,
uno a uno, no pudieran pedirlo. En este caso es
el sagrado azar providente de caer por causa de Cristo,
porque la mejor gloria que el hombre puede dar a
Dios es muriendo.
Ya el mismo Jeremías dejó dicho y escrito
que "de la boca de los que no saben hablar
sacaste alabanza".
Hoy los mayores también hacen bromas en recuerdo del
modo de ser juguetón y alegre de aquellos bebés que
no tuvieron tiempo de hacerlas; es buena ocasión de hacer
agradable la vida a los demás, con admiración y sorpresa,
en desagravio del mal que provocó el egoísmo de aquel
que tanto se fijó en lo suyo que aplastó a
los demás.
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