Queridos feligreses:
Nos hallamos ante el nuevo curso laboral, escolar y pastoral. El futuro, si no es prolongación del presente y del pasado, es en sí mismo desconocido. El porvenir como tal es impenetrable, por más que se pretenda adivinar. El futuro ejerce para nosotros, en su desconocimiento y respeto, un cierto poder, que no podemos dominar; hay proyectos, pero siempre condicionados al “poder del futuro”.
La cautela y la responsabilidad para no contagiar ni contagiarnos es obviamente exigida. De la noche a la mañana este tiempo de epidemia no desaparece.¿Qué actitudes adoptar en el campo pastoral de cara al curso que iniciamos?
- La seguridad absoluta no existe, y más en este contexto histórico-social. Vivimos más de confianza que de seguridad. Esto significa que, afirmando la exigencia de los cuidados, pero con la convicción de que caminamos entre peligros, debemos iniciar el curso.
- El riesgo no puede significar inmovilidad interior y exterior. Debemos armonizar el cuidado de la salud y la responsabilidad en las tareas sociales, pastorales, históricas.
- Iniciamos las tareas pastorales, alentando a los otros y recibiendo nosotros el consuelo de Dios. Repartamos el ánimo que recibimos de Dios. Vivir atenazados y paralizados sería una consecuencia terrible de la pandemia; acometamos el futuro con valor y decisión.
- Debemos programar el curso pastoral en cada parroquia. ¡No nos acostumbremos a soluciones de emergencia, como en el tiempo del confinamiento!
- Cuando las situaciones limitan nuestra capacidad de movimientos también en la acción pastoral, debemos centrar los esfuerzos y trabajos en lo fundamental.
- Parece bastante claro que lo que hoy necesitamos en la Iglesia es ante todo la iniciación cristiana o la “re-iniciación cristiana”. Sin la fe, sin la oración, sin el encuentro personal con Jesús perdemos nuestras señas de identidad y el fundamento para vivir como cristianos.
Empecemos el curso pastoral con cuidado responsable y con decisión confiada.
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