Necesito fuerzas para no quedar encadenado en el pasado.
El pasado queda atrás, pero sus consecuencias siguen en pie y tocan muchas dimensiones de la propia vida.
El futuro no existe, pero la mirada hacia adelante alimenta miedos o esperanzas que penetran en el propio corazón.
Entre el pasado y el futuro está el presente. Un presente condicionado y abierto. Un presente dinámico y misterioso. Un presente que vive del pasado y que mira hacia el futuro.
Cada ser humano encaja en ese flujo imparable que va del futuro al pasado y del pasado al futuro.
No podemos cambiar el pasado. Sus huellas están en las cicatrices del cuerpo, en los recuerdos imborrables del alma, en los espacios más impenetrables de la propia conciencia.
No podemos dominar el futuro. Las incógnitas forman como una niebla espesa que nos impide comprender cómo será el mundo en los próximos días, meses, años.
El presente puede llevarme a un puerto o a otro, a la curación o a una enfermedad crónica, al reencuentro familiar o a otro conflicto desgastante.
Necesito fuerzas para no quedar encadenado en el pasado. Necesito esperanza para mirar hacia el futuro sin angustias paralizantes y sin optimismos engañosos.
Ahora el presente fluye entre mis dedos, entre pensamientos que espero sean verdaderos, y entre deseos que me empujan a un lado o hacia otro.
Lo que luego se convertirá en pasado depende ahora de mis decisiones. Por eso necesito la ayuda de Dios y de buenos amigos para orientar mi vida de la mejor manera posible, en ese flujo imparable que me lanza continuamente hacia futuros sorprendentes...
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