jueves, 17 de septiembre de 2020

Lo viejo y lo nuevo


Las novedades nos rodean continuamente.


Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net


Contraponemos lo alto y lo bajo, lo grande y lo pequeño, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo. Y también contraponemos lo viejo y lo nuevo.

Lo viejo (lo antiguo, lo pasado, lo que cuenta la historia o guarda la memoria) se coloca en una línea de tiempo que ha quedado atrás, y que nos permite mirar a hechos y personas que hicieron, que hablaron, que callaron, que sufrieron.

Lo nuevo (lo moderno, lo actual, lo que escribe continuamente el presente y ocupa ahora nuestra atención) también se coloca en esa línea de tiempo, pero de modo dinámico, sorprendente, desde lo que ocurre ante nosotros y lo que las personas deciden.

Para algunos, lo pasado, lo viejo, sería mejor que lo presente, lo nuevo. Por ejemplo, si piensan que antes el ser humano vivía en armonía con animales y plantas, mientras que ahora produce gases tóxicos y plásticos que ensucian y contaminan.

Para otros, lo viejo es negativo, superado, gracias a los beneficios de lo nuevo. Por ejemplo, la ciencia nueva habría superado mitos del pasado que mantenían a los seres humanos sometidos a miedos irracionales y a una altísima mortalidad infantil.


Para muchos, en lo viejo y en lo nuevo se mezclan elementos positivos y elementos negativos, pero no siempre resulta fácil indicar lo que estaría en una lista o en la otra...

Lo cierto es que el mundo ha cambiado: las novedades nos rodean continuamente, incluso nos exigen respuestas rápidas, por ejemplo, cuando hay que actualizar el viejo sistema operativo por uno nuevo que promete mejoras importantes.

Pero también es cierto que los muchos cambios y novedades no suprimen dimensiones tan viejas como el sentimiento, el afecto, las relaciones familiares, el deseo de seguridad, las oraciones a Dios, y la esperanza de una vida tras la muerte.

Mientras caminamos, podemos ser como el hombre sabio y prudente, “que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo” (Mt 13,52). Así puede experimentar en su corazón y difundir a su alrededor ese Reino de los cielos que Cristo, Dios eterno y Hombre pleno, anunció para guiarnos en nuestro caminar hacia lo eterno...

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