Queridos feligreses:
En estos momentos de dolor, me gustaría poder estar a su lado en ese abrazo que el corazón busca sin hallar en medio de esta alerta sanitaria. También me gustaría dejar oír la voz de Dios en una celebración que en estos tiempos de epidemia, solo de momento, no podremos celebrar. Quería sencillamente estar, pero sabiendo que Dios nunca falla.
Con todo, sólo quería decir que es amor, también, esto de ahora, en estas circunstancias extrañas. Es amor el dolor de tener que decir adiós, incluso también el dolor de no poder decirlo como uno esperaba. Es amor el sentir que se nos ha abierto un hueco dentro, y que el corazón llora en el silencio, sin palabras; así que, por favor, no tengan ningún miedo de llorar ahora, y de llorar lo que haga falta. Porque también es amor el llorar, incluso el enfadarse, el cansancio o el silencio, el desvelo o la nostalgia. Que es amor, si no pudiste estar a su lado, el hacerse preguntas, incluso el preguntarle a Dios dónde andas.
Creo que todos hemos vivido algunas circunstancias en las que el sufrimiento casi apaga la esperanza. Por eso, quería compartir contigo que cuando el dolor me asalta, busco el silencio y miro una cruz; y viendo a Jesús en ella con los brazos abiertos, descubro como Dios, en medio del sufrimiento compartido, me abraza. Ciertamente, hoy lo de abrazarnos lo tenemos prohibido, pero claro, siendo Dios, pues se lo salta. Y eso me calma, porque el corazón, en ese abrazo de Dios, habla sin mirar mucho las palabras.
En estos días, les tendré muy presentes en mi oración. Hay mucha gente rezando. Y aunque a puerta cerrada, en el silencio sonoro de un templo sin gente, ofreceré la Eucaristía pidiendo, con cariño y confianza, por vuestro ser querido y también por ustedes; hasta que un día podamos celebrarla juntos, en la parroquia, pidiendo unos por otros.
En estos momentos de dolor, me gustaría poder estar a su lado en ese abrazo que el corazón busca sin hallar en medio de esta alerta sanitaria. También me gustaría dejar oír la voz de Dios en una celebración que en estos tiempos de epidemia, solo de momento, no podremos celebrar. Quería sencillamente estar, pero sabiendo que Dios nunca falla.
Con todo, sólo quería decir que es amor, también, esto de ahora, en estas circunstancias extrañas. Es amor el dolor de tener que decir adiós, incluso también el dolor de no poder decirlo como uno esperaba. Es amor el sentir que se nos ha abierto un hueco dentro, y que el corazón llora en el silencio, sin palabras; así que, por favor, no tengan ningún miedo de llorar ahora, y de llorar lo que haga falta. Porque también es amor el llorar, incluso el enfadarse, el cansancio o el silencio, el desvelo o la nostalgia. Que es amor, si no pudiste estar a su lado, el hacerse preguntas, incluso el preguntarle a Dios dónde andas.
Creo que todos hemos vivido algunas circunstancias en las que el sufrimiento casi apaga la esperanza. Por eso, quería compartir contigo que cuando el dolor me asalta, busco el silencio y miro una cruz; y viendo a Jesús en ella con los brazos abiertos, descubro como Dios, en medio del sufrimiento compartido, me abraza. Ciertamente, hoy lo de abrazarnos lo tenemos prohibido, pero claro, siendo Dios, pues se lo salta. Y eso me calma, porque el corazón, en ese abrazo de Dios, habla sin mirar mucho las palabras.
En estos días, les tendré muy presentes en mi oración. Hay mucha gente rezando. Y aunque a puerta cerrada, en el silencio sonoro de un templo sin gente, ofreceré la Eucaristía pidiendo, con cariño y confianza, por vuestro ser querido y también por ustedes; hasta que un día podamos celebrarla juntos, en la parroquia, pidiendo unos por otros.
También quería dejarles mi número de teléfono y el de la parroquia (676887656 / 922510206) por cualquier cosa en la que yo les pueda ayudar, no duden en llamarme.
Sólo les pido una cosa, permitidle a la fe que despierte la
esperanza de saber que el Señor, incluso después de la muerte, no defrauda. Y, en la medida de lo posible, busquen la oportunidad de tener un momento de oración en familia, en torno a una foto o una vela, y hagan una oración sencilla para pedir, para dar gracias, con las palabras que el corazón encuentre.
Pido a la Virgen de El Socorro que, con su Hijo en brazos, siga portando la luz de la esperanza en medio de nuestras vidas.
Un abrazo grande.
Pedro José Pérez Rodríguez
Vuestro párroco
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