Lo de Cristo fue simplemente multiplicar su presencia en la Iglesia y en mundo, iluminando a sus apóstoles para fortalecerlos y dinamizarlos
Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net
En la cuestión de la educación de los hijos, la gama de principios y de resultados es amplísima pues hay papas que “para que su hijo no sufra”, por ejemplo Jimy, todo le dan, todo le conceden, todo le consienten, y el niño a los 8 o 9 años aún no sabe abrocharse las agujetas de los zapatos, porque antes de salir a la escuela, la mamá se los ata, y lo peina y casi lo viste, pues ella misma prepara el uniforme para su hijo, la tarea del niño por supuesto la hacen los papas, mientras el niño juega con el celular. En cambio, Chava, se levanta, arregla su cama, ordena su cuarto, y sus papás “para que no sufra posteriormente”, le han enseñado a lavar su ropa, a plancharla él mismo, preparando su uniforme, y cuando llega a la escuela se precia delante de sus compañeros de que él mismo lava sus camisas y su uniforme y vigilado por sus papás, él mismo hace sus tareas. Por supuesto que los resultados de ambas educaciones se verán a las claras, aunque los papás siempre afirman que lo que han hecho por los hijos lo hacen para que “ellos no sufran lo que ellos sufrieron”
¿Y Cristo?
Como buen padre de familia, que fue encargado por el Padre, el Buen Padre Dios, de ver por la salvación de toda la humanidad, quiso cumplir a la perfección el encargo del Padre, y en lugar de echarse el cargo él sólo, sabiamente reunió al principio de su vida pública, un grupo de amigos para que le ayudaran en la tarea de evangelización de todos los hombres. Cuando tuvo reunidos a los 12 apóstoles comenzó una instrucción ardua, constante y precisa, pero no fue una instrucción como la del maestro que instruye desde atrás de su escritorio, sino con una convivencia fraterna, de día y de noche, que fue forjando hombres fuertes, intrépidos, que pudieron llevar el Evangelio a todos las gentes. Por supuesto que la instrucción fue complementada con la presencia del Espíritu Santo que iba dando forma y consistencia a la instrucción del Maestro Cristo Jesús. Ellos quedaron ciertos y sabidos de que para ser discípulos y seguidores suyos, tendrían que hacerlo desde el amor a todos los hombres como su máximo distintivo.
Les dolió cuando Cristo fue aprehendido, torturado y muerto en una cruz, pero fieles a la instrucción recibida, temerosos y encerrados, aguardaron al momento en que él volvería como se los había anticipado. Y ese momento llegó, Cristo se complació en visitarles, llevándoles la Paz como fruto de su entrega, la presencia del Espíritu Santo, y la misión de perdonar a los hombres sus propios pecados. Después de su resurrección aún entonces Cristo continuó su instrucción a los suyos, organizándolos y dotándolos de una cabeza que fuera guía y sostén en su cometido evangelizador. Y cuando después de cuarenta días de resucitado sintió que su misión había concluido exitosamente, guio a sus apóstoles a en lugar determinado, se despidió de ellos, los bendijo finalmente y a la vista de todos se fue alejando, no para irse y dejarlos solos, sino todo lo contrario, para poder acompañarles siempre y guiarlos a la casa del Padre. Bien a bien no sabemos cómo fue eso de la Ascensión, lo mismo que nadie estuvo ahí para contemplar a Cristo en el momento de su Resurrección, pues es algo tan espiritual, que los mismos evangelistas que redactaron y escribieron los Evangelios, no acertaron a describirlo, pues no podemos pensar simplemente en un desplazamiento como lo podrían hacer los personales infantiles que se desplazan con toda libertad por los aires, pensemos en superman o en el hombre araña. Lo de Cristo fue simplemente multiplicar su presencia en la Iglesia y en mundo, iluminando a sus apóstoles para fortalecerlos y dinamizarlos. Cuando Cristo se aleja de ellos, no acertaban todavía a comprender lo que había pasado y hubo necesidad de que dos ángeles vinieran a hacerles notar que si el Señor se había alejado de ellos, fue para que cada uno tomara su camino en el mundo, en un afán de evangelizar a todas las gentes. Y es algo que nos hace falta a los cristianos, que alguien nos despierte de nuestro aletargamiento, pues aún después de veinte siglos, cuatro quintas partes de la humanidad ni lo conocen, ni lo aman, ni menos podrían adorarlo.
Pues bien, esta fiesta de la Ascensión del Señor tiene que dejarnos un agradable sabor de boca, porque se trata del triunfo de Cristo del pecado y de la muerte para convertirse en cabeza de la humanidad, y precisamente por eso debemos alegrarnos doblemente, pues si Cristo triunfa lo hace juntamente con nosotros, invitándonos a vivir en constante tensión caminando rumbo el Señor, quizá tendríamos incluso que cambiar el nombre de la fiesta, hablando del Día de la Ascención de todos los Cristianos a la casa del buen Padre Dios.
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