En la actualidad hay un sin número de disciplinas alternativas que nos ofrecen encontrar la “paz interior”, de pronto pareciera que la espiritualidad se puso de “moda”.
Este “cocktail espiritual” nos ofrece “rituales a la carta”, creencias, filosofías, pseudo-ciencias, terapias, ideas heréticas, antiguas y contemporáneas (yoga, budismo, hinduismo, fen shui, reiki, constelaciones familiares, tarot, horóscopos, supersticiones, santería, inteligencia espiritual, etc.)
En las redes sociales abundan verdaderos charlatanes improvisados, hasta aparentes “profesionales” que han obtenido algún reconocimiento en Centros holísticos y universidades “patito”, que ofrecen soluciones y alternativas para encontrar la armonía y paz interior, ya sea por medio de fórmulas y rituales, invocaciones y meditaciones o declaraciones y mantras, que solo confunde y desvían de la verdadera plenitud interior, relativismo moral y doctrinal, peligroso sincretismo religioso.
Sin duda cuando hablamos de espiritualidad, estamos hablando del interior de la persona, de su ser más íntimo, de su entraña, de su alma, la cual tiene un sentido trascendente; no se puede separar el espíritu del cuerpo, pues somos realidades encarnadas. Cada uno de nosotros tenemos este núcleo interior, el cual debiera de alimentarse de su fuente creadora, un centro del cual parte nuestra actividad y a la cual siempre regresa.
El autoconocimiento es una necesidad para quien busca el equilibrio más profundo de su ser. Para quien busca la paz interior.
Por lo tanto, hemos de hacernos conscientes de nuestra realidad objetiva; conocernos, amarnos y perdonarnos. De conocer nuestras propias posibilidades, habilidades y conocimientos. Saber cuáles son nuestros recursos, fortalezas y debilidades, no para hacer contacto con nosotros mismos, sino para hacer contacto con nuestro creador y entrar en diálogo con él, de corazón a corazón.
Y solo entonces se comenzará a realizar una real y verdadera catarsis, una conversión personal; los verdaderos cambios se gestan desde el interior de la persona humana, que reconoce su dignidad ontológica y sobrenatural, y desde ahí se construye a sí mismo.
No es el mundo el que necesita paz, somos nosotros los que necesitamos paz. Cuando las personas encontremos el verdadero camino de la paz interior, el orden volverá al mundo.
¿Por qué surgen dudas en su interior?” Lc.24, 38
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” Jn. 14,6
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