miércoles, 6 de agosto de 2014

Educación de la Piedad: hábitos de vida cristiana

A diferencia de otros hábitos, el de la piedad se transmite, más que se enseña, por ello, es tan importante el ejemplo. Para que un niño rece, tiene que ver rezar a las personas más cercanas, padres, profesores, abuelos.
 
Educación de la Piedad: hábitos de vida cristiana
Educación de la Piedad: hábitos de vida cristiana
La educación de hábitos es un objetivo, a la vez que un medio de la educación. Es importante que se posean habilidades para desarrollarlo, seamos conscientes de su necesidad y, por último seamos capaces de realizarlo de forma natural y espontánea. Los hábitos buenos se convertirán en futuras virtudes con el uso de razón y el ejercicio de la libertad de cada uno.

A diferencia de otros hábitos, el de la piedad se transmite, más que se enseña, por ello, es tan importante el ejemplo. Para que un niño rece, tiene que ver rezar a las personas más cercanas, padres, profesores, abuelos. A partir de esas oraciones sencillas, los niños van descubriendo la existencia de Dios, Jesús, la Virgen.

Es importante despertar desde pequeños una actitud de confianza en Dios Padre, y ésta se puede adquirir por medio de la seguridad y confianza que les dan sus propios padres. Los niños ven a Dios Padre a través de lo que sienten hacia sus padres.

A partir de los tres años pueden empezar a rezar pequeñas y sencillas oraciones o frases a Jesús, María y Angel de la Guarda. Esto les hace tener un sentimiento hacia Dios que les cuida y protege desde el cielo. Desde pequeños es bueno enseñarles a hablar con Jesús y la Virgen, con pequeñas frases de agradecimiento, perdón. Enseñarles a bendecir la mesa también es una buena costumbre que incidirá en su vida de piedad.

Otra forma de adquirir ese hábito de piedad son los gestos. Enseñarles a arrodillarse cuando saludan a Jesús, hacer la señal de la cruz, besar la imagen del Niño Jesús en Navidad, etc.

Si alguna vez nos acompañan a alguna Iglesia, les podemos explicar que Jesús se encuentra en el Sagrario y que está esperando que le vayamos a verle, que podemos ir allí y contarle alguna cosita que seguro que les gusta. A partir de los cuatro años pueden acompañarnos de vez en cuando y hablarle a Jesús y decirle que le queremos.

Por último, no debemos olvidarnos de la Virgen, madre de Jesús y Nuestra Madre. Los niños de tres, cuatro y cinco años, son capaces de quererle mucho a la Virgen. Para ayudarles en esta devoción es bueno acompañarla de alguna imagen de la Virgen, en su cuarto, donde juegan, en clase. También se puede ayudar a crecer en el cariño a la Virgen celebrando sus fiestas con algún plan especial o con algún detalle durante el mes de la Virgen.

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