CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO,
LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO: CONSEJO.
“Queridos hermanos y
hermanas, ¡buen día! Hemos escuchado la lectura de esa estrofa del Libro
de los Salmos, que dice: ‘El Señor me aconseja, el Señor me habla
internamente‘. Es éste otro de los dones del Espíritu Santo,
es el don del consejo.
Sabemos cuánto es
importante en los momentos más delicados poder contar con el consejo de las
personas sabias que nos quieren mucho. Ahora, a través del don del consejo, es
Dios mismo con su Espíritu que ilumina nuestro corazón, de manera que
podamos entender el modo justo de hablar, de comportarnos y el camino que
debemos seguir.
Pero, ¿cómo
actúa este don en nosotros? En el momento en que lo recibimos y
hospedamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza enseguida a volver
sensible su voz, y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y
nuestras intenciones de acuerdo con el corazón de Dios. Y al mismo tiempo nos
lleva siempre a poner más nuestra mirada interior en Jesús como modelo
de nuestro modo de actuar y relacionarse con Dios Padre y con los hermanos.
El consejo es entonces el don
con el cual el Espíritu Santo vuelve capaz a nuestra conciencia de tomar una
decisión concreta en comunión con Dios, según la lógica de Jesús y de su
evangelio. De este modo el Espíritu crece interiormente, positivamente, en la
comunidad. Y nos ayuda a no caer en el yugo del egoísmo y en
el modo de ver las cosas. Así el Espíritu nos ayuda a crecer y también a
vivir en comunidad.
La condición
esencial para conservar este don es la oración. Pero siempre volvemos a lo mismo: la oración. Y es
tan importante la oración, rezar; rezar las oraciones que conocemos desde
niños, pero también rezar con nuestras palabras, rezarle al Señor: ¡ayúdame! ¿Señor
qué debo hacer ahora? Y con la oración hacemos el espacio para que el Espíritu
venga y nos ayude en ese momento, y nos aconseje sobre lo que nosotros debemos
hacer.
La oración,
nunca olvidarse de la oración, nunca.
Nadie se da cuenta cuando nosotros rezamos en el autobús o en la calle, rezamos
en silencio con el corazón, aprovechemos estos momentos para rezar. Rezar para
que el Espíritu nos de este don del consejo.
En la intimidad con
Dios y en el don de su palabra, poco a poco dejamos de lado nuestra
lógica personal, dictada la mayoría de las veces por nuestro
encerrarnos, por nuestros prejuicios y nuestras ambiciones. Aprendamos en
cambio a pedirle al Señor ‘¿Cuál es tu deseo?’, pedirle consejo al Señor. Y
esto lo hacemos con la oración.
Y de esta manera
madura en nosotros una sintonía profunda, casi natural con el Espíritu y se
experimenta cuanto sean verdaderas las palabras de Jesús reportadas en el
evangelio de Mateo: ‘No se preocupen de qué o que cosa dirán. porque les
será dado en esa hora lo que deberán decir. Porque de hecho no serán ustedes a
hablar, pero es el Espíritu del Padre vuestro que hablará en vosotros‘. Es
el Espíritu que nos aconseja, pero nosotros debemos darle espacio al
Espíritu para que nos aconseje. Dar espacio es rezar, rezar para que
el venga y nos ayude siempre.
Y como todos los
otros dones del Espíritu, el consejo constituye también un tesoro para
toda la comunidad cristiana. El Señor no nos habla solamente en la
intimidad del corazón, nos habla sí, pero no solamente allí, pero nos habla
también a través del consejo y testimonio de los hermanos. Es
verdaderamente un don grande poder encontrar a hombres y mujeres de fe que
especialmente en los momentos más complicados e importantes de nuestra vida nos
ayuden a hacer luz en nuestro corazón y a reconocer la voluntad del Señor.
Me acuerdo una vez
que estaba en el confesionario, con una fila larga adelante, era en el
santuario de Luján, la diócesis de ese obispo que está allí. Estaba en la cola
un muchachón, todo moderno, con aros, tatuajes, y todo lo demás. Vino para
decirme lo que le pasaba, era un problema grande difícil, ¿y tú qué harías? Y
él me dijo: “Le he contado todo esto a mi madre y ella me dijo, ‘ve a
lo de la Virgen y ella te dirá lo que tienes que hacer‘. Estaba allí
una mujer que tenía el don del consejo. No sabía cómo salir del problema del
hijo, pero le indicó el camino justo. Ve a lo de la Virgen y ella te dirá. Este
es el don del consejo, dejar que el Espíritu hable. Y esa mujer
humilde y simple le dio a su hijo el consejo más verdadero, porque este
muchacho me dijo: ‘Hablé con la Virgen y Ella me dijo, tienes que hacer esto,
esto y esto’. Y yo no tuve necesidad de hablar. Todo lo hicieron la mamá, la
Virgen, y el joven. Este es el don del consejo. Y ustedes mamás, que tienen ese
don, pidan este don para sus hijos, el don de aconsejar a los hijos. Es un don
de Dios
Queridos amigos, el
salmo que hemos oído nos invita a rezar con estas palabras: ‘Bendigo al
Señor que me ha dado consejo. También de noche mi ánimo me instruye, yo pongo
siempre delante de mí al Señor que está a mi derecha, no podré vacilar‘.
Que el Espíritu pueda
siempre infundir en nuestro corazón esta certeza y colmarnos así de su
consolación y de su paz. Pidan siempre el don del Consejo.
Gracias.”
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