Artículo: Juan Manuel Pérez González
Junio
huele a hoguera, a San Juan, a San Antonio y a San Pedro, y como cada
año los vecinos de los Majuelos preparan los altares a San Antonio de
Padua. Frutas, pan, flores y velas rodean las distintas imágenes del
Santo en numerosas casas que conservan una singular tradición.Esta zona de Güímar ha sido paso obligado desde el norte hacia el sur a través del Camino Real. Un camino que comprendía la Carretera del Puerto, y las calles Candelaria, Tonazo y Chinguaro. Es tierra de tradiciones, y han mantenido a lo largo de varios siglos otras costumbres como la elaboración de quesadillas, corazones de frutas o cruces enramadas.
El origen de esta devoción al santo portugués y sus altares se pierde en el tiempo. Es lógico pensar que tras la Conquista de Tenerife, las familias portuguesas que se establecieron en el municipio dejaran alguna huella.
El 27 de febrero de 1500, Alonso Fernández de Lugo concedió una data a los hermanos Blasino y Juan Felipe Inglesco de Piombino, donde se les encargó la construcción de un ingenio azucarero en tierras de Güímar. Para realizar estos trabajos trajeron personal que realizaba estos trabajos en la isla de Madeira.
Fueron muchos portugueses los que se establecieron en las tierras de Güímar. Como testigo nos quedan los apellidos: Marrero, Arrosa (o de la Rosa), Ocampos, Bermejo, Coelho (o Coello), Freytas (o Fleytas), y Yañes (Yanes), entre otros.
Si efectuamos un recorrido por nuestro pueblo, podemos encontrar topónimos que nos traen a la memoria apellidos de personajes que forman parte de nuestra historia. Así el Barranco del Frejenal nos recuerda a Fernando o Hernando de Frexenal que junto a Juan Valiente arrendaron el ingenio en 1510. Por otro lado, entre la Carretera del Puertito y el Camino de Las Zocas se halla la zona de Gonzalyanes, tierras que fueron cedidas por el Adelantado al portugués Gonzalo Yanes. En la reformación del Licenciado Zárate en 1506, se puede leer: “e asimismo dio por repartimiento a Micer Tomás, ginovés, ciertas tierras de riego en el valle de Guidmad e que a portugueses ha dado muchas tierras en especial a Gonçalianez”.
Por tanto no debe ser extraño que en determinado momento este sector de población portuguesa introdujera la devoción a San Antonio de Padua. Todo hace suponer que estas familias se establecieran en la parte baja del pueblo, y como fruto de esta relación una de las principales vías de la población se llamara hasta hace poco Avenida de Portugal, y que hoy conocemos como Tomás Cruz García.
Esta devoción a San Antonio se extendió de tal manera en el barrio de Los Majuelos, que en la actualidad
es difícil encontrar una vivienda que no conserve una imagen o un cuadro del Santo.
Las primeras noticias escritas que hablan de los altares a San Antonio nos han llegado de d. Tomás Cruz García, en su libro “Breves apuntes históricos de la Villa de Güímar”. En el capítulo de Fiestas Locales describe la fiesta de San Antonio de la siguiente manera:
“Aunque nunca ha tenido los honores de gran fiesta, si merece que la dediquemos unas líneas a la que, sin consagración oficial todavía, se celebra en la calle del Lomo, a la mayor gloria de San Antonio de Padua, el 13 de junio.
Cerca de la casa donde teníamos nuestro domicilio de niñez, en la calle del Lomo, vivía una santa mujer llamada doña Filomena Bello Leandro, que devota en extremo del milagroso San Antonio, no se conformaba con adorar en silencio la talla del Santo que conservaba en su domicilio.
Queriendo dar mayor realce a su fe y aprovechando el entusiasmo que los chicos de la calle sentíamos por toda clase de festejos, organizó en cada año una pequeña festividad en honor de San Antonio, llegando a efectuarse una procesión por las calles inmediatas a San Pedro Abajo y por el callejón del Lomo, a la que asistían gran número de personas y en la que se quemaban, como no, infinidad de cohetes y, en ocasiones, hasta sus “ruedas de a peseta”.
También a San Antonio se le hacían ofrendas de frutas y allá andábamos todos de pequeños buscándolas por los cercados ajenos, con peligro de dejar un trozo de pantalón en boca del perro guardador de la finca.
La fallecida doña Filomena, que en realidad, y según el libro de bautismos de la Parroquia, se llamaba Hipólita Filomena, pertenecía a una conocida familia de cristianos viejos, siendo prima de don Hipólito Casiano Bello y García del Castillo, Beneficiado de Vilaflor y elocuentísimo orador sagrado, y profesaba un gran afecto a todos los chicos de la calle del Lomo, que le correspondíamos guardándole la mayor consideración y cariño, en recuerdo de lo que le dedicamos estas sentidas líneas”.
Con un recorrido a pie por el barrio de los Majuelos, podremos recordar una sencilla y emotiva costumbre que, curiosamente, no se celebra en otras zonas de Güímar, salvo en el barrio de La Medida que lo guarda como su santo patrón.
Afortunadamente los altares y procesiones de San Antonio no han quedado en el olvido. Gracias a la preocupación de personas amantes de nuestras tradiciones, forman parte de nuestra identidad y nuestra historia.
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