Queridos feligreses:
“El Espíritu Santo y la Eucaristía”
Hemos terminado el tiempo de Pascua con la fiesta de Pentecostés, en el que la Iglesia revive el derramamiento del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles reunidos en oración en el Cenáculo. Pero, ¿quién es el Espíritu Santo?
A través de la Catequesis pronunciada por el Papa Francisco, el día 8 de este mes, meditaremos al respecto. “El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo es el gran don de Cristo resucitado, que abre nuestras mentes y nuestros corazones a la fe en Jesús como el Hijo enviado por el Padre, y que nos lleva a la amistad, a la comunión con Dios, pero me gustaría centrarme en el hecho de que el Espíritu Santo es la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros.
El hombre es como un viajero que, cruzando los desiertos de la vida, tiene una sed de agua viva, que brota fresca, capaz de apagar su profundo deseo de luz, amor, belleza y paz. ¡Todos sentimos ese deseo! Y Jesús nos da el agua viva: que es el Espíritu Santo, que procede del Padre y que Jesús derrama en nuestros corazones. Jesús vino a darnos esta "agua viva" que es el Espíritu Santo, para que nuestra vida pueda ser guiada por Dios, pueda ser animada por Dios, pueda ser alimentada por Dios.”
A continuación el Papa nos invita a realizar un examen de conciencia sobre nuestra fe en el Espíritu Santo. Por ello, afirma que “cuando decimos que un cristiano es un hombre espiritual, lo que queremos decir es: un cristiano es una persona que piensa y actúa de acuerdo con Dios, según el Espíritu Santo, ¿es lo que creen? en Dios ¿Actuamos de acuerdo a Dios? ¿O nos dejamos guiar por tantas otras cosas que no son Dios? En este punto podemos preguntarnos: ¿cómo puede esta agua saciar nuestra sed profunda?”
ser respetados y amados. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como Cristo vivió, para entender la vida como lo hizo Cristo. Es por eso que el agua viva que es el Espíritu Santo sacia nuestras vidas porque nos dice que somos amados por Dios como hijos suyos, que podemos amar a Dios como sus hijos, y que por su gracia podamos vivir como hijos de Dios, como Jesús lo hizo. ¿Y nosotros?”
Y, a través de este mismo Espíritu, por medio de las palabras del sacerdote en la consagración, el mismo Jesucristo se hace presente en las especies de pan y vino, siendo el mayor gesto de amor de Dios al hombre. Se hace pan para quedarse contigo y conmigo, para ser nuestro alimento, para que le encontremos. Y ante este amor, ¿cómo no responderle con amor? Es lo que haremos en la fiesta del Corpus Christi, a través de ´las alfombras que realizamos como signo de nuestro amor y adoración.
Se acerca las fiestas grandes de nuestra Parroquia de San Pedro Apóstol, y en este curso que estamos celebrando el Año de la Fe, me gustaría que estas breves palabras nos sirvieran para confrontar nuestro camino de fe a la luz del itinerario que tiene que hacer San Pedro hasta confesar a Jesús, como su Señor, viviendo su voluntad, y no queriendo hacerlo a su modo.
Vuestro Párroco.
Pedro José Pérez Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario