1. Amor fraterno
El día de Jueves Santo es una de las fechas más señaladas en el calendario cristiano. En este año sacerdotal hay que recordar que su contenido religioso, que es de una riqueza y hondura extraordinaria, exige reflexión no sólo a los sacerdotes, como confidentes del Cenáculo, sino también al pueblo cristiano, al cual nosotros debemos transmitir el mensaje de esta Jornada Santa, cifrada principalmente en el amor fraterno.
El día de Jueves Santo es una de las fechas más señaladas en el calendario cristiano. En este año sacerdotal hay que recordar que su contenido religioso, que es de una riqueza y hondura extraordinaria, exige reflexión no sólo a los sacerdotes, como confidentes del Cenáculo, sino también al pueblo cristiano, al cual nosotros debemos transmitir el mensaje de esta Jornada Santa, cifrada principalmente en el amor fraterno.
2. Vida cristiana y amor fraterno
El "mandamiento del amor" está inseparablemente unido
a la obediencia al mandato del Señor: "Haced esto en conmemoración
mía". No se puede separar la celebración de la eucaristía y la
reconciliación de la justicia, el amor fraterno y el servicio.
Jesucristo ha hecho de la caridad fraterna un
mandamiento nuevo. Hay que amar al prójimo como a uno mismo. Es más: Hay
que amar al otro, como amamos a Jesús, porque "lo que hicisteis a uno
de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40). Y
lo que jamás se había oído, ni lo hubiéramos sospechado; hay que amar al
prójimo como le ama Él. "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos
a otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros"
(Jn 13, 34-35).
La señal, pues, de autenticidad cristiana será el
amor mutuo: el distintivo de los cristianos es la caridad fraterna. Esta
será, por otra parte, la regla y la medida para tratarnos el Señor a
nosotros: "Con la medida con que midáis se os medirá" (Mt 7,2), y será
al final un examen de amor: "Al atardecer de la vida seremos examinados
del amor".
3. Situación actual
El día de Jueves Santo nos invita a pensar sobre
nosotros mismos y sobre nuestro entorno social. Entre las "oscuras
sombras" que se ciernen hoy sobre el destino de la humanidad
destacaríamos entre otros: el muro, cada día más alto, del paro y la
grave situación económica que ha abocado a la pobreza a muchas familias,
la exclusión social de muchas personas y colectivos, la violencia
personal y social, la amenaza permanente de la vida humana, ya en el
seno materno, ya en el terrorismo, ideología de odio, amenazando en
secar los corazones para el verdadero amor.
En esta situación, la ley del egoísmo que todos
llevamos dentro, más o menos, hacen poco menos que imposible, que
nuestro mundo se pueda construir en la verdad, el respeto, la justicia,
el amor y la fraternidad.
4. "Quien ama a su hermano permanece en la luz"
El gesto del Señor de lavar los pies a sus discípulos
llenó el Cenáculo de una luz hermosa: el amor y el servicio. Al día
siguiente, la pasión y muerte, lo envolverán todo en tinieblas y
oscuridad. Sin embargo, la luz prevalecerá cuando Dios arranque a su
Hijo amado del abismo de la muerte.
El apóstol San Juan, nos dejó escrito "quien ama a su
hermano permanece en la luz" (1 Jn, 2, 10), y Jesús nos amó hasta el
extremo, por eso Él vive en la Luz, Él es la Luz. Así, cuando nosotros
actualizamos dicho gesto, sirviendo a los hermanos más pobres y
compartiendo nuestros bienes con ellos, compartimos la misma Luz de
Jesús y somos signos y testimonio de amor en el mundo.
5. Llamados a derribar muros
El Jueves Santo, día del amor fraterno, Cristo
"nuestra Luz" nos llama a derribar muros, unidos con Él. Jesucristo se
entregó a la muerte para derribar "la barrera del odio" que separaba a
las gentes (cf. Ef 2,14), y hacer de todos ellos una única familia bajo
un mismo y único Padre.
En aquel primer Jueves Santo el Señor nos mandó amar
como Él amó y nos da su propio corazón en la Eucaristía para amar con
Él: "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche que le traicionaban,
instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre, con el
cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de
la cruz, y a confiar así a su Esposa, la Iglesia,el memorial de su
muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de
amor,banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de
gracia y se nos da la prenda de la gloria futura" (Concilio Vaticano
II, Constitución Sacrosanctum Concilium, 47).
Con este inefable Don, el Señor nos entrega, junto
con el mandato del amor, la fuerza divina para poderla cumplir en todo
tiempo y circunstancia, por difícil que sea.
6. Colecta para el Fondo Diocesano de Solidaridad
El Fondo Diocesano de Solidaridad es, en nuestra
Iglesia Diocesana, el lugar de encuentro para compartir los bienes con
nuestros hermanos más desfavorecidos. Cáritas Diocesana trabaja para
que, el compartir de la comunidad diocesana a través de la colecta de
los oficios de la Cena del Señor, posibilite a las personas que viven en
la pobreza y la exclusión una oportunidad para alcanzar su promoción e
inserción social.
Jesús nos invita a amarnos sin límites, a entregar lo
que somos y tenemos para que las tinieblas de la pobreza y la exclusión
sean disipadas por la luz del amor y el compartir. Por eso, es cada vez
más necesario, que descubramos la generosidad y nos aventuremos, sin
miedo, a compartir nuestros bienes con los más pobres.
7. Compromisos
El amor fraterno únicamente es posible si nuestro
corazón de piedra se ablanda para abrirse al otro, y sólo será
evangelizador si se concreta en acciones de amor visibles para el mundo.
Por ello, hagamos un compromiso serio y exigente con aquellos que nos
rodean, especialmente los más pobres, compartamos lo que uno es, lo que
uno tiene, lo que uno sabe, cooperemos en todas las causas justas y en
todas las iniciativas de amor al prójimo, como lo ha pedido el Papa
Benedicto XVI al comienzo de esta cuaresma, desde la limosna y el
servicio individual hasta la cooperación colectiva en la promoción de
los pueblos materialmente menos favorecidos, y la situación actual
económica y del paro, y contribuyamos con nuestro ejemplo personal al
advenimiento a nuestra sociedad de ese Reino de Cristo que es Vida, Amor
y Paz, un orden nuevo y la civilización del amor.
Con estos compromisos podríamos iniciar el cambio en
nuestras formas de vida para adecuarlas más al Evangelio, siendo así un
buen punto al final de este Año Sacerdotal.
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