“¿Qué es más fácil,
decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu
camilla y camina'?”
(San Marcos 2,9)
No es fácil perdonar. Y a veces hasta
es más difícil pedir perdón. Es cierto que Dios es quién perdona los pecados
pues sólo El conoce el corazón del hombre. Pero todo hombre puede y debe
perdonar las ofensas cometidas contra el. Aunque no nos pidan perdón por esas
ofensas, igual podemos perdonar.
No es fácil pedir perdón. Porque el
orgullo es como una serpiente que se enrolla alrededor de nuestro corazón y no
nos permite ser humildes. Por lo que al principio teníamos un pecado, y ahora
se añade otro peor.
Tampoco es fácil curar a otros. Ni
siquiera para un médico. Pero siempre podemos pedir a Dios por los enfermos
para que ayude a los médicos a curarlo o procure su sanación por otros caminos.
Y por eso también hay milagros.
Pero hay muchos que creen más en los
milagros que en el perdón. Hay muchos que hacen largas colas para que un hombre
les imponga las manos pero no aceptan acercarse a un hombre para que en nombre
de Dios sean perdonados.
Es cierto que sólo Dios perdona. Pero
también es cierto que Dios da su poder a los hombres que quiere para que en su
nombre puedan curar o puedan perdonar o ambas cosas. Es Dios quien da su poder
a los sacerdotes para oyéndote en su Nombre, también te absuelvan en su nombre.
Entonces ¿Qué es más fácil que haga
Dios por ti? ¿Qué seas curado por la intersección de un hombre o que seas
perdonado también por la intersección de un hombre?
Haz como la Virgen María, que creyendo en
las palabras del Angel dejó que Dios obrara en Ella el milagro más grande de
toda la historia del Universo: la Encarnación del Hijo de Dios. Dios se hizo hombre
en el seno purísimo de María.
¿Qué es más fácil para Dios? ¿Hacerse
hombre en una mujer o perdonarte por un hombre? Todo es fácil para Dios. Porque
lo quiere, lo hace. No tu alma no quede paralítica en el camino hacia el Cielo.
Es necesario que pueda caminar. Y para eso debes ser humilde e ir a confesar
tus pecados. Sólo así podrás sanar, levantarte y caminar. Se fuerte. Quedarás
asombrado de lo que Dios es capaz de hacer contigo.
Santa Madre del que se levanta, ruega por
nosotros.
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