Plegaria a Nuestra Señora del
Socorro (Güimar, Tenerife) de Monseñor Damián Iguacen Borau, obispo
emérito de la Diócesis de Tenerife sacada del programa de “Coronación
Canónica de Nuestra Señora del Socorro” (16, 17, 18 y 19 de Octubre de
2008).
Plegaria a Nuestra Señora De El Socorro.
Despertar del sueño cada mañana es como
volver a vivir. Un grito de alegría y de agradecimiento ha de brotar de
lo más profundo de nuestro corazón: `"Por la mañana. Señor, proclamamos
tu misericordia y de noche tu fidelidad". Cada día comenzamos de nuevo.
"Bendita la mañana que anuncia tu esplendor al universo". Gracias,
Señor, porque me has creado, porque me has redimido, porque me has hecho
cristiano, porque me has conservado la vida hasta este instante.
Nuestro más grande tesoro es la vida en gracia de Dios, que es la que da
sentido a nuestra vida humana, y garantiza nuestra eterna felicidad.
Cuidemos delicadamente esta vida.
Mientras vivimos aquí, nuestra vida está
llena de problemas, riesgos y dificultades, tenemos tentaciones y
pruebas, nos vemos en situaciones comprometidas, tenemos momentos de
miedo, tenernos que pedir socorro muchas veces, porque nos sentimos
impotentes. Qué horrible es pedir auxilio y que nadie responda, gritar:
¡Socorro!, y no hallar respuesta. Qué trágico y desesperante pedir
socorro y confiar únicamente a la ciencia, a la técnica, al saber
humano, ídolos, dioses falsos, que no nos pueden salvar. La solución
total de los profundos problemas humanos no nos la pueden dar los medios
humanos. "Nuestro auxilio es el nombre del Señor".
Y aquí te encontramos, Virgen María,
"Nuestra Señora del Socorro". Qué dicha, qué consuelo tenerte tan cerca.
Desde siglos aquí te invocamos como Virgen de el Socorro. Nuestros
antepasados te llamaron "Madre del Sustentador del Cielo y de la
Tierra". Tú eres la Madre de Dios, Madre del Salvador, Madre del
Redentor, del que se encarnó en tus purísimas entrañas para ser Socorro
nuestro, "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". El pecado
está, precisamente, en la raíz profunda de todos nuestros males; el
Señor, que de ti ha nacido, es el único que puede "librarnos del mal".
Tú eres "Nuestra Señora de el Socorro"_
tú eres la "Transmisora" fiel de nuestras llamadas de socorro; tú eres
la más potente "Emisora", cuyas "ondas" son capaces de atravesar los
espacios y llegar sin interferencia alguna hasta el Corazón de Dios,
Padre todopoderoso, clemente y misericordioso, de donde nos viene el
Auxilio, el Amparo, el Socorro. Tú eres la "Estrella luminosa" que
orienta nuestro caminar por la vida y el "Socorro" en las emergencias
del camino. Qué bien suenan aquí estas tres advocaciones tan queridas:
Virgen Madre del que sustenta el cielo y la tierra, Virgen del Amparo,
Virgen del Socorro. Bajo tu amparo nos acogemos, con inmensa confianza.
"Si, para nos valer, tanto vales, da remedio a nuestros males".
Nuestra confianza en Nuestra Señora de
el Socorro ha de ser total, pero no temeraria. "Invocar a la Virgen
María e intentar imitarla son dos cosas que han de ir siempre juntas".
Honrar a Nuestra Señora de el Socorro, llevarla en procesión, tenerle
devoción, nos obliga a tres cosas: acudir a Ella en nuestras necesidades
y peligros, poner de nuestra parte los medios para evitar los peligros
de alma y cuerpo, y estar dispuestos a socorrer a los demás. No basta
con decir: "Yo quiero mucho a mi Virgencita", hay que hacer esfuerzos
para no descuidarnos en la vida religiosa y moral, nos hemos de parecer a
Ella y tenernos que ser, también nosotros, "socorro" para nuestros
prójimos.
Honrar a Nuestra Señora de el Socorro
nos obliga a ser muy sensibles al "clamor elemental" de millones de
seres humanos a los que nadie atiende, a las innumerables llamadas de
socorro que se pierden sin respuesta de nadie. Hemos de estar muy
atentos al "sordo clamor" de cuantos sufren en el cuerpo y en el alma. A
toda llamada de socorro hay que responder adecuadamente; una respuesta
inadecuada empeora la situación. Cuántas llamadas sin respuesta, o con
respuestas que no son las debidas. Seremos juzgados por lo que hacemos y
por el modo cómo lo hacernos. Santa María del Socorro, enséñanos a
conocer la realidad, para obrar con eficacia.
Nuestra Señora de el Socorro, échanos
una mano en estos tiempos difíciles, para que nos mantengamos serenos y
equilibrados. Perder el equilibrio es caer, y las caídas siempre hacen
algún daño. Es mucho el daño que podemos hacer, si actuamos de forma
desequilibrada y loca, cuando no mantenemos un equilibrio mental y
emocional. Ante tantas cosas desconcertantes que vemos es fácil sufrir
un mareo, una especie de vértigo en el espíritu, nos da vueltas la
cabeza y el corazón se nos desequilibra. Santa María del Socorro, ven en
ayuda de todos los que están desconcertados, desorientados.
Nuestra Señora de el Socorro. "mantén el
ritmo de nuestra espera". No sabernos esperar. Unos tienen el problema
de "¡ya!", otros el de "¿ya?" Echarnos a perder muchas cosas por no
saber esperar con una esperanza activa. y no escapamos a la tentación de
la cobardía, de la dilación, de hacer esperar. La lentitud en aplicar
el remedio puede ser una tremenda injusticia. Con tus ruegos hiciste que
Jesús convirtiera el agua en vino; haz que el Señor convierta nuestro
corazón sucio en un corazón limpio, nuestro corazón duro en un corazón
sensible, nuestro corazón frío en un corazón ardiente.
Nuestra Señora de el Socorro, no
permitas que nos seduzca el mundo que nos rodea; que sepamos descubrirlo
corno disfrute honesto y corno tarea; que sepamos estar en él con una
presencia activa, transformadora, evangelizadora; que trabajemos de tal
manera que dejemos detrás de nosotros un mundo más justo, más fraterno,
más habitable, mejor dispuesto a recibir la salvación de Dios.
Nuestra Señora de el Socorro, hay mucha
gente buena que está muy defraudada, que se está cansando de ser buena:
socórrelos. Hay valientes defensores de la justicia y de la verdad a los
que impulsa un celo sincero y el mejor deseo de servir a Dios, pero que
quizás tengan que cuidar el modo. El auténtico celo es amor que cuida,
que protege, que busca soluciones, que no se resigna sin más con la
condena y el castigo, que se desvive y quiere que todo se solucione, que
todos se salven, que todos lleguen al conocimiento de la verdad. Ven en
nuestro socorro, para que hagamos siempre y digamos siempre la verdad
con amor, siempre con mansedumbre y humildad.
La vida no es bella sin paz interior.
Nuestra Señora de el Socorro, mar siempre en calma, socórrenos, ayúdanos
a luchar- contra los elementos perturbadores y sepamos mantenernos
siempre serenos. Sácanos de la mediocridad, de la vulgaridad; que no
seamos como cañas agitadas por el viento. Necesitarnos personas que
inspiren confianza, buenos guías, que ahuyenten nuestras preocupaciones
inútiles, nuestros miedos y angustias, que inspiren serenidad,
seguridad, confianza en el pueblo cristiano desorientado.
Santa María de el Socorro, que ningún
problema planteado entre nosotros lo convirtamos en conflicto; que las
inevitables divergencias y discrepancias en el enfoque y tratamiento de
los problemas, no rompan la unidad y el amor fraterno; que veamos claro
que ninguna situación puede justificar una enemistad; que la paz de
Cristo actúe siempre de árbitro en nuestros corazones.
Al que pide socorro no se le puede hacer
esperar. 1lemos de tomar conciencia que es urgente remediar el mal.
Cada día que pasa, el pobre es más pobre, el marginado se queda más
atrás, el débil queda más lejos, el pecador está más cerca de la
perdición. No podemos perder el tiempo. Santa María de el Socorro,
ayúdanos a valorar el tiempo, a amar nuestro tiempo, a no traicionar
nuestro tiempo, ni nuestra tierra, ni nuestras gentes. Pon en nuestras
almas una inquietud que nos haga aprovechar el tiempo. Trabajemos sin
mirar al tendido, hagamos las cosas para la gloria de Dios y el bien de
nuestro prójimo, no para la galería. Intentemos vivir en profundidad y
en serio. No queramos aparentar, sino ser.
Gracias, Señor, por Santa María. Me
encanta contemplarla como Amparo y Socorro para remedio de nuestras
debilidades, limitaciones y discapacitasiones. Ya sé a quién acudir en
los momentos de peligro. Ya sé a quién llamar pidiendo auxilio. Estamos
en un mundo lleno de problemas y miserias, entre gentes que sufren,
entre muchas pobrezas. Tú, Nuestra Señora de el Socorro, nos enseñas que
lo mejor que podemos ofrecer hoy a nuestro mundo es el amor
misericordioso, el mejor regalo es derramar sobre él abundantemente la
misericordia, multiplicar por doquier los signos de la misericordia
divina. La misericordia es compasión y remedio. Aquí te llamamos, te
invocamos como Amparo, Remedio, Socorro. Enséñanos a ser
misericordiosos. Jesús ha hecho de la misericordia un mandato: "Sed
misericordiosos".
En nosotros la misericordia es muy
limitada, los medios de que disponemos personalmente son insuficientes
para quitar la miseria de la faz de la tierra. Pero, esto no nos puede
servir de disculpa para inhibimos. Podemos hacer mucho más de lo que nos
parece. No podemos pasar de largo ante los problemas de la gente. No
podemos andar con rodeos cuando encontramos tantas personas malheridas
por los caminos de la vida, tiradas por el suelo. Tú, oh María, nos
enseñas a ser Socorro. Que sepamos pasar por la vida haciendo el bien.
Conviértenos, como Tú, en socorro, en un rico presente de caridad, en tu
Iglesia, para el mundo, a la gloria de Dios, que quiere que todos se
salven y entren en el conocimiento de la verdad.
Mons. Damián Iguacen Borau
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